El martes el Papa tuvo un acto de homenaje en Roma a la imagen de la Virgen Inmaculada que está situada en la Plaza de España. A mí me enorgullece que España se haya distinguido desde tan antiguo en la devoción a la Virgen.
Pero a lo que voy: el Papa hizo un sencillo discurso en el que advirtió del peligro de hacernos insensibles ante el mal, especialmente debido a la influencia de los medios de comunicación que convierten la realidad en espectáculo y acentúan la presencia del mal en el mundo.
Es una idea recurrente (alguna vez ya la he manifestado en el blog) que los medios de comunicación trasladan una imagen distorsionada de la vida social. Resaltan las anormalidades, satisfacen el morbo y promueven una especie de singulares lapidaciones públicas de presuntos ladrones, violadores o asesinos. Estoy recordando, claro, esa histórica y tremenda portada del Abc con "la mirada del asesino". Es un ejemplo de antología pero pertenece a un modo de hacer muy extendido que busca el escarnio del delincuente, una especie de revancha social, de venganza.
Dice el Papa:
Cada día, de hecho, a través de los periódicos, la televisión, la radio, el mal es narrado, repetido, amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos insensibles y, en cierto sentido, intoxicándonos, pues lo negativo no se digiere plenamente y día tras día se acumula. El corazón se endurece y los pensamientos de hacen sombríos.
(...)
Con frecuencia nos quejamos por la contaminación del aire, que en ciertos lugares de la ciudad es irrespirable. Es verdad: se requiere el compromiso de todos para hacer más limpia la ciudad. Y, sin embargo, hay otra contaminación, menos perceptible por los sentidos, pero igualmente peligrosa. Es la contaminación del espíritu, que hace que nuestros rostros sonrían menos, sean más tristes, que nos lleva a no saludarnos, a no mirarnos a la cara.
Es una idea recurrente (alguna vez ya la he manifestado en el blog) que los medios de comunicación trasladan una imagen distorsionada de la vida social. Resaltan las anormalidades, satisfacen el morbo y promueven una especie de singulares lapidaciones públicas de presuntos ladrones, violadores o asesinos. Estoy recordando, claro, esa histórica y tremenda portada del Abc con "la mirada del asesino". Es un ejemplo de antología pero pertenece a un modo de hacer muy extendido que busca el escarnio del delincuente, una especie de revancha social, de venganza.
Dice el Papa:
Cada día, de hecho, a través de los periódicos, la televisión, la radio, el mal es narrado, repetido, amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos insensibles y, en cierto sentido, intoxicándonos, pues lo negativo no se digiere plenamente y día tras día se acumula. El corazón se endurece y los pensamientos de hacen sombríos.
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Con frecuencia nos quejamos por la contaminación del aire, que en ciertos lugares de la ciudad es irrespirable. Es verdad: se requiere el compromiso de todos para hacer más limpia la ciudad. Y, sin embargo, hay otra contaminación, menos perceptible por los sentidos, pero igualmente peligrosa. Es la contaminación del espíritu, que hace que nuestros rostros sonrían menos, sean más tristes, que nos lleva a no saludarnos, a no mirarnos a la cara.
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