Antonio Pereira es un maestro de la narración breve. En este volumen de Cátedra se recoge una extensa antología de toda su trayectoria de cuentos. Desde 1967 (con el libro Una ventana a la carretera) hasta el 2000 (con Cuentos de la Cábila).
Los cuentos de Antonio Pereira no están construidos sobre un argumento acabado; tienen un aire de poesía en el gusto a la ambigüedad. El narrador, por ejemplo, cuenta lo que otro contó y la narración juega a pasar de un narrador al otro sin previo aviso. Pereira se esfuerza en crear la atmósfera, caracterizar el diálogo, describir psicológicamente a un personaje o una situación, pero el argumento es anecdótico, impreciso y, a veces, incompleto.
El mundo de Antonio Pereira es el Bierzo: León colindante con Galicia, y gran parte de su objetivo es retratar el lenguaje de esas gentes, la mentalidad provinciana de personajes que se encuentran en situaciones embarazosas o que resuelven groseramente situaciones delicadas. Es irónico y socarrón, y le gusta lo escabroso. Su mundo es llano, chato, impermeable casi al idealismo, pero real como la vida misma.
Ayer os puse el final de uno de los cuentos, hoy, para que veáis el tono, os copio el empiece (que diría Pereira) de otro:
Una vez estaba en la tertulia Paco Lourido, escritor de mucha obra inédita, y esto fue antes de que al pobre le negaran la entrada en el café y en el Círculo y en las presentaciones de libros porque les soltaba los botones y los lazos a las señoras. Todavía no había entrado en barrena, sólo algunos indicios, y se puso a contar de Río de Janeiro, adonde había emigrado unos meses sin que se sepa claramente el porqué. ("Así empezó Lourido"). 4/5
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