Ya conté aquí que había leído esta novela en su día sin excesivo entusiasmo y que, sin embargo, una persona que admiro la consideraba una obra maestra, uno de esos libros que no pueden no gustar. Por eso me propuse releerla.
También porque de vez en cuando he querido presentarla y no he podido hacerlo. Cuando doy algún curso breve, me gusta reservar un momento al final de las clases para presentar un libro. Cuando tengo la fortuna de dar clases de latín (por desgracia, pocas veces) presento obras clásicas o modernas pero ambientados en el mundo clásico: La columna de hierro, Mientras no tengamos rostro, Los últimos días de Pompeya, Un dios pasea en la brisa de la tarde, Memorias de Adriano, El faro de Alejandría, Dios ha nacido en el exilio, Quo vadis, etc. Ahí he querido añadir Los idus de marzo.
Pues bien: he vuelto a leerlo y he vuelto a experimentar una cierta pesadez. Es una novela epistolar, de narrador múltiple. Está compuesta por cartas cruzadas en los meses que precedieron a asesinato de Julio César, cartas del propio César, de Cleopatra, de Catulo, de Clodia Púlquer, etc. Está desordenado cronológicamente y a veces exige esfuerzo para percibir la relevancia o irrelevancia de lo que se lee. Algunas cartas son costumbristas o juegos de estilo (p. ej.: lo que sobre una misma cena cuenta César o lo que cuenta su mujer), otras tienen interés argumental, pues van completando la información sobre los acontecimientos que se han mencionado previamente. De ellas las hay que juegan al perspectivismo (los mismos acontecimientos vistos por personalidades diferentes).
Denso, inteligente, pero con la pega de la literatura epistolar: tiene poca tensión argumental. Me ha costado leerlo.
4/5.
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