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martes, 13 de noviembre de 2012

Supervivientes detrás de las cámaras (2012), de Arturo Padilla de Juan

Novelita juvenil sobre tres participantes de un reality show que deciden escapar del programa y viven una arriesgada aventura en una selva brasileña.

Se trata de una lectura rápida y fácil, sin demasiado interés. El argumento es original aunque poco verosímil. Hay una cierta crítica social a la televisión espectáculo y la búsqueda de audiencias a cualquier coste. Hay también un esbozo de historia de amor artificiosa. Los personajes no tienen mucho desarrollo.
El género "juvenil", que en el mundo anglosajón se denomina YA (young adults) tiene algunas limitaciones muy rígidas: principalmente una extensión breve (unas 150 páginas) en la que deben incluir la aventura que sea y desarrollar una historia de amor (más bien epidérmico). No es fácil hacer nada que suene verdadero. Casi todo lo que he leído "para jóvenes" es esquemático; como de escaparate.
3/5.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Arcadi Espada, sobre padres que castigan

Me ha gustado mucho este artículo de Arcadi Espada, sobre la educación de los hijos y los castigos. Os pongo una cita y el enlace.
"Hace 30 años Suecia decidió ilegalizar la zurra e instruyó a los padres para que se deshabituaran de la práctica. (...) No creo que la zurra ni su ausencia sirvan a la pedagogía. Pero eso no quiere decir que no sirvan al orden. (...) Cualquier sociedad justa aplica la fuerza cuando se quiebra la ley. Una fuerza proporcionada. Pero justificada por algo que todo tipo de suecos se niegan a reconocer: no siempre un niño es inocente."
El resto, aquí.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La ciudad automática (1932), de Julio Camba



La ciudad automática es una colección de artículos neoyorkinos de Camba. Me interesa el género de opinión en los periódicos: es una mezcla de reflexión intelectual y literatura y suelen estar rebosantes de retórica. En la Selectividad de Lengua siempre sale uno y eso me ha llevado a estudiarlos un poco. Camba es un maestro en el género y sólo había leído algún artículo suelto suyo. Los de La ciudad automática los escribió en USA en plena post-crisis del 29. Son artículos pintorescos y divertidos (un español socarrón juzgando la vida americana) aunque abusan un poco de la exageración simplona y de la paradoja.


Una cita que ya puse en el blog, la tenéis aquí. 4/5.


jueves, 10 de diciembre de 2009

La contaminación espiritual

El martes el Papa tuvo un acto de homenaje en Roma a la imagen de la Virgen Inmaculada que está situada en la Plaza de España. A mí me enorgullece que España se haya distinguido desde tan antiguo en la devoción a la Virgen.
Pero a lo que voy: el Papa hizo un sencillo discurso en el que advirtió del peligro de hacernos insensibles ante el mal, especialmente debido a la influencia de los medios de comunicación que convierten la realidad en espectáculo y acentúan la presencia del mal en el mundo.
Es una idea recurrente (alguna vez ya la he manifestado en el blog) que los medios de comunicación trasladan una imagen distorsionada de la vida social. Resaltan las anormalidades, satisfacen el morbo y promueven una especie de singulares lapidaciones públicas de presuntos ladrones, violadores o asesinos. Estoy recordando, claro, esa histórica y tremenda portada del Abc con "la mirada del asesino". Es un ejemplo de antología pero pertenece a un modo de hacer muy extendido que busca el escarnio del delincuente, una especie de revancha social, de venganza.
Dice el Papa:
Cada día, de hecho, a través de los periódicos, la televisión, la radio, el mal es narrado, repetido, amplificado, acostumbrándonos a las cosas más horribles, haciéndonos insensibles y, en cierto sentido, intoxicándonos, pues lo negativo no se digiere plenamente y día tras día se acumula. El corazón se endurece y los pensamientos de hacen sombríos.
(...)
Con frecuencia nos quejamos por la contaminación del aire, que en ciertos lugares de la ciudad es irrespirable. Es verdad: se requiere el compromiso de todos para hacer más limpia la ciudad. Y, sin embargo, hay otra contaminación, menos perceptible por los sentidos, pero igualmente peligrosa. Es la contaminación del espíritu, que hace que nuestros rostros sonrían menos, sean más tristes, que nos lleva a no saludarnos, a no mirarnos a la cara.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Camba sarcástico

Todos los días el Herald Tribune publica en lugar preferente un artículo titulado Calvin Coolidge says ("Dice Calvin Coolidge"). Tanto por este epígrafe como por el tamaño y la disposición tipográfica, los artículos de Coolidge me recuerdan, modestia aparte, unos que escribía yo años atrás para un diario de Madrid, y digo modestia aparte, porque los míos eran bastante mejores. No es que yo tenga un gran concepto de mi labor periodística. Probablemente mis artículos no me llevarán nunca a regir los destinos de España, pero si este caso puede parecer triste, mucho más triste aún es el de míster Coolidge, quien, para encontrar periódicos que publicaran los suyos, ha tenido necesidad de hacerse elegir primero presidente de la República.
Calvin Coolidge says... ("Dice Calvin Coolidge..."). Este título general está lleno de promesas, pero se pone usted a leer y resulta que Calvin Coolidge no dice nada. Al principio, viendo que Calvin Coolidge no decía nada, yo suponía de buena fe que no se le ocurría nada, y mi opinión sobre el ilustre hombre público comenzó a bajar considerablemente; pero, a medida que Calvin Coolidge seguía sin decir nada, esta desestima empezó a trocarse en un sentimiento muy parecido a la admiración.
―Pase el que a este hombre no se le ocurra nada un día ni dos, una semana o hasta un mes ―pensaba yo―, pero ¿cómo es posible que no se le ocurra nada nunca? Una vacuidad tan perfecta no puede ser espontánea. Indudablemente, Calvin Coolidge tiene un arte prodigioso que le permite tratar todos los temas sin comprometer jamás su pensamiento. Eso de coger todos los días cuatrocientas o quinientas palabras, cada una de las cuales posee una significación concreta, y combinarlas de tal modo que todas juntas carezcan totalmente de sentido, no lo hace un cualquiera.
(Julio Camba. La ciudad automática)

lunes, 21 de septiembre de 2009

Manolo el del bombo

Me paso por el blog para dejar esta cita (leída en Óptica libre) porque expresa muy bien un tema que considero muchas veces: el periodismo actual parece tarea de prestidigitadores. Manipulados por los propietarios, obligados a vender en un mundo de espectáculo, los medios se han vuelto instrumentos de poder. Te venden la burra, te centran la atención sobre lo accidental, te ocultan lo que no les interesa o te levantan del asiento para que hagas la ola. Crisis profunda en quien debería informar. Los ejemplos son continuos e innecesarios.
Tú gritas, pero nadie te oye, porque los manolos del bombo del periodismo, que hoy son todo el periodismo, se encargan de tapar los gritos con sus ruidajeras.
(Ignacio Ruiz Quintano. Yo no soy tu cajero automático, Abc)
Lo de las "ruidajeras" me parece demasiado atrevido, pero la expresión de "los manolos del bombo" es buena-buena.

miércoles, 13 de mayo de 2009

El periódico recoge la basura del día anterior

El viernes estuve en otra conferencia (llevo dos en dos semanas) y la ponente (una colombiana: Amalia Quevedo, de la que me leí hace dos años un libro interesante) citó mucho a un escritor colombiano, Nicolás Gómez Dávila. De él procede este principio que se me grabó: “El periódico recoge la basura del día anterior para desayunarnos con ella”.
Por seguir ahondando en mi diatriba antiperiodística, cito de Mark Twain: "If you don't read the newspaper, you are uninformed. If you do read the newspaper, you are misinformed" (Si no lees el periódico estás poco informado; si lo lees, estás desinformado).

jueves, 7 de mayo de 2009

Nuestra morbosa atracción por lo anormal

Anteayer estuve en una conferencia en la que se habló del paso del tiempo y se distinguió el tiempo mecánico (el que marca el reloj) y el tiempo interior. Era una distinción de Bergson. Digo esto, sobre todo, para que me re-suene un poco más a mí, porque el tema me interesa como ya he ido mencionando en el blog anteriormente (aquí, por ir a la última referencia). Bergson distinguía, además, dos maneras de entender el tiempo interior. Perdonad las imprecisiones: los nombres no los recuerdo y no me veo con ganas de buscarlos ahora. Uno era el tiempo interior sereno o bajo dominio. Por ejemplo cuando realizamos una tarea cuyo final prevemos: estamos comiendo, dando una clase, asistiendo a un concierto o a una ceremonia religiosa. También cuando vemos un partido de fútbol (por cierto: ¡Visca Barça!, ¡los milagros son posibles!. Perdonad la "morcilla".) Son tareas que llevan un tiempo, lo asumimos y el paso del tiempo se estabiliza. Pero hay un tiempo interior dramático o angustiado que es aquel cuyo final desconocemos: es el tiempo del que teme ser descubierto, del que aguarda el resultado de una operación grave, del que espera un acontecimiento cualquiera que quizá nunca se produzca. Es una espera abierta, lo que afecta a nuestra percepción.
Pues bien, hoy he leído una entrada que trata otra cuestión de la que yo también llevo el gusanillo dentro: en qué medida la actualidad periodística contribuye a deformar la visión del la vida. No desarrollo más la idea para no tostar a los benditos que pasáis por aquí, pero os dejo un enlace (aquí), que es el que motivó esta entrada, por si queréis ampliar esta cita.
Hay un deseo malsano de la prensa y los periodistas, de exagerar lo negativo que ofrece el ejercicio de vivir. Me recuerda a la señora Hearst, heredera de un imperio periodístico que se quejaba de que sus diarios solo hablasen de tragedias. Decidió sacar un nuevo diario que solo diese buenas noticias. “Baltimore: Hoy no ha sucedido nada malo”, “Nueva York: Se han casado 17 parejas en el día de ayer”. Tuvo que cerrar el diario un par de semanas después. Deducción: Un periódico no puede traer solo buenas noticias y lo que mejor coloca un joven reportero a su redactor-jefe, es una historia truculenta.

viernes, 1 de febrero de 2008

Los peligros del periodismo

En Alma de León, la biografía de Alice von Hildebrand sobre su marido, leí esta cita de Kierkegaard sobre el periodismo: "Si yo fuera un padre y tuviera una hija que fuese seducida, no me desesperaría por ella; tendría esperanza acerca de su salvación. Pero si tuviera un hijo que llegase a ser periodista y continuase siéndolo al cabo de cinco años, lo abandonaría".