martes, 6 de octubre de 2009

Veo una voz (1990), de Oliver Sacks


Soy seguidor de Oliver Sacks. He leído bastantes libros suyos: Con una sola pierna, El tío Tungsteno o Un antropólogo en Marte son los que me vienen a la memoria.

Sacks es un neurólogo británico afincado en USA. Es un médico humanista y un buen escritor.

Este libro llevaba como subtítulo "Viaje al mundo de los sordos" y tenía para mí el atractivo de leer algo de Oliver Sacks directamente relacionado con el lenguaje.

He de confesar que me ha aburrido y se me ha atascado. Sacks tiene algo de escritor profesional. Escribe sobre cosas sobre las que se propone escribir: en este caso sobre el mundo de los sordos. Y el libro tiene el aire de una tarea impuesta. Resulta un poco forzado, muy centrado además sobre los propios hallazgos del escritor.

A mí me interesaba el tema, porque me gusta la psicolingüística y me interesan casos como el de Helen Keller o el del niño salvaje de Aveyron pero, aunque los menciona y comenta, no los trata con detalle.

Copio una cita y luego la nota al pie:

El incalificable experimento del faraón Psamético (que hizo criar a dos niños por unos pastores que no les hablaban nunca, para ver qué lenguaje hablarían de modo natural, si es que hablaban alguno) se repite potencialmente con todos los niños que nacen sordos.

NOTA: El experimento del faraón Psamético, que reinó en Egipto en el siglo VII a.C., lo describe Herodoto. Repitieron el experimento otros monarcas, entre los que se incluyen Carlos IV de Francia, James IV de Escocia y el tristemente célebre Akbar Khan. Irónicamente, en el caso de Akbar Khan, se entregaron los niños no a pastores a los que se prohibiese hablar sino a ayas sordas que no hablaban (pero que, aunque Akbar no lo supiera, hablaban por señas). Cuando llevaron a estos niños a la corte de Akbar, al cumplir doce años, ninguno hablaba, ciertamente, pero todos ellos dominaban el lenguaje de las señas. No había, estaba claro, ningún lenguaje innato o "adámico", y si no se utilizaba ningún lenguaje, no se aprendía ninguno; pero si se utilizaba un lenguaje cualquiera, incluso uno de señas, ese se convertía en el lenguaje de los niños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿como va la tesis que hace mucho que no sabemos nada?