El libro trata de resolver algunas dudas y prejuicios sobre la castidad y, especialmente, sobre la renuncia al matrimonio por amor a Dios. En buena medida se trata de un libro de antropología: habla sobre afectividad, sobre realización personal, sobre la belleza interior y la hermosura física.
Previamente hace unas consideraciones, que me parecieron interesantes, sobre el sentido vocacional de la vida. Pone de manifiesto que la vocación personal no es una partitura ya cerrada, escrita por Dios, que uno tiene que descubrir e interpretar. La vocación la va construyendo Dios al hilo de nuestras propias decisiones, de nuestras improvisaciones. Cuando se intenta cumplir la voluntad de Dios, uno funciona a base de intuiciones, no tiene de ordinario seguridad de qué es lo que Dios quiere, ni confirmación a posteriori de haber errado o acertado, de modo que en la vocación de cada uno hay mucho de elección personal. Otra cosa es que Dios logre que queramos lo que Él quería.
Esto tiene, por ejemplo, evidentes implicaciones en la consideración vocacional del matrimonio pues la relación matrimonial va a depender decisivamente de con quién te cases y esa decisión es libre y, en buena medida, "accidental".
O sea, intentando aclarar lo que quizá he oscurecido: la vocación es una tarea, una construcción a medias entre lo planes de Dios y las decisiones de los hombres. Digamos que Dios, como en muchas películas, está dispuesto a ir rescribiendo el guión.
Sugerente y positivo. La cita que puse ayer en el blog, aquí. 4/5.
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