El narrador, Amir, es un niño afgano, íntimo amigo de su fiel criado (de la misma edad) Hassan. Cuando más ayuda necesita Hassan, Amir se aleja de él por cobardía.
Pasan los años y Amir ha recompuesto su vida en Estados Unidos pero vuelve a encontrarse con el pasado y con la vida de su fiel Hassan.
La novela es dura, agridulce pero tiene un encanto que me recordó a Cisnes Salvajes de Jung Chang: en un país desconocido, con reglas sociales y religiosas imprevisibles, uno reconoce las virtudes de las personas de bien, y esa admiración te hermana con el más extraño.
Cometas en el cielo tiene numerosos finales. Llegas a un punto en que parece que todo está dicho y de pronto la novela parece empezar otra vez. El escritor es muy delicado en sus comentarios; dice las cosas y las deja, sin cargar la mano. Me ha gustado mucho. Me ha admirado.
El fondo de esta novela son además los dramáticos últimos veinticinco años de Afganistán. Un desastre completo.
Creo que la han llevado al cine, por ahí he visto que circulan los trailers. No me apetece ver la película.
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