lunes, 28 de abril de 2008

Elizabeth y su jardín alemán (1898), de Elizabeth von Arnim

Descubrí a Elizabeth von Arnim gracias a la película Enchanted April (1992), basada en la novela del mismo nombre que Von Arnim publicó en 1922. Después me leí Abril encantado, que resultó, en efecto, encantador, motivo por el que lo incorporé a “Mi estantería”. Años más tarde intenté leer Amor, pero lo hice a saltos y sin que conserve de aquella cuasilectura ningún recuerdo destacable.
Lumen acaba de reeditar esta primera narración y como el libro era breve, Von Arnim siempre promete y la edición parecía cuidada, me lancé a leerlo.
Lo de la brevedad del libro es un elemento que me anima en momentos de agotamiento mental como el que ahora padezco. El curso está ya muy avanzado y mi cabeza anda ya consumiendo la gasolina de la “reserva”.
Elizabeth, la protagonista del relato, es una mujer casada, madre de tres niñas (a las que llama, por el mes en que nacieron, junio, abril y mayo), cuya felicidad consiste en ocuparse del jardín de su mansión. A lo largo del relato la narradora nos cuenta los desvelos que dedica al jardín, las victorias y derrotas y su manera de ver la vida y de juzgar a las personas con las que convive (su marido ―el Hombre Airado―, su jardinero, el vecindario, las visitas…).
La novelita mejora, para mí, cuando la narración deja de centrarse en el jardín y pasa a centrarse en la gente. En eso me parezco al marido, que siente un “intenso desinterés” por las flores y plantas. En los diálogos Von Arnim resulta extraordinaria, porque se muestra ingeniosa, irónica, maliciosa, pero de un modo sutil, sin subrayados.
De todas formas, su sentido del humor y sus planteamientos vitales son tan cínicos que, dentro de la educada corrección con que se muestran, me parecen temibles. Femenino, elegante y con momentos divertidos. No era el libro que necesitaba.
Un comentario final sobre la edición: el libro es elegante, pero la traducción se nota que está hecha por un catalán (y/o mal revisada), pues en la penúltima página se permite un verbo haber concordando en plural con su objeto directo (hubieron cardenales) que me dejó estupefacto. Digo lo del catalán, porque el libro está editado allí y porque los catalanes tienden más que otros a hacer esa extraña concordancia. Ya he tenido recientemente una experiencia semejante con la edición de “Autorretrato con radiador” (mi queja aquí). Yo me quedo desconcertado ante estas traducciones mal corregidas. Lamentable.
Dos citas de este libro que puse en el blog: aquí una y aquí la otra.
4/5.

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