domingo, 13 de julio de 2008

Marianela (1878), de Benito Pérez Galdós

En un pueblecito minero, una chica fea y enclenque sirve como lazarillo de un joven ciego de nacimiento. Pablo, el ciego, se entusiasma un día ante la posibilidad de recuperar la vista pero Marianela sufre por la certeza de que su fealdad física alterará su relación con Pablo.
Es una historia curiosa porque no intriga demasiado qué va a pasar sino cómo. Eso es sin duda también un mérito del autor: mantener una historia en pie a pesar del ligerísimo argumento. Galdós carga la mano en el melodrama, obligando a los personajes a exultar de alegría sin darse cuenta del tormento al que someten a la protagonista. El contraste resulta forzado y abusivo.
Por otra parte, los elementos médicos del caso caen para mí en el ridículo: tanto las cuatro palabritas técnicas que Galdós maneja para dar el pego de explicación científica como la interpretación psicológica de los primeros pasos de Pablo con vista.
Recuerdo de los libros de Oliver Sacks los problemas que genera recuperar la vista cuando uno no ha podido desarrollar las estrategias cerebrales de interpretación de la percepción: las distancias se confunden, no se distinguen los contornos, los volúmenes o la velocidad... Es una confusión dramática como la del que oye hablar pero no entiende el idioma.
La simplicidad con que el asunto se trata en Marianela se me hace simplismo.
Buscaba aquí una novela más de Galdós para gente joven, pero ésta ni la desaconsejo ni la recomendaré. Me pueden mis prejuicios.
3/5.

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