sábado, 22 de diciembre de 2007

Inutilidad (1922), de William Gerhardie

Cuando iba por la página 100 del libro, le pregunté a quien me lo había recomendado: "Todavía no he descubierto por qué me lo has recomendado". "Fue al contrario, te lo desaconsejé". "Ah, ya".
Durante la revolución rusa, el narrador conoce a una familia noble que resulta ser una madeja de líos afectivos y económicos. Con el paso del tiempo la madeja se complica todavía más.
Conversaciones absurdas, giros y situaciones disparatados.
Dudé si dejarlo en la página 100. Volví a dudar en la 150. Llegué al final (pág. 209) por aquello de la honrilla. También es verdad que no lo he leído en el mejor momento, porque el final de trimestre en la Educación es “la muerte pelá”.
Pero puestos a leer un libro que habla de vidas malgastadas, me hizo mucha más gracia El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, dentro de que tampoco es un libro fácil. El de Gerhardie es frío y distante. En fin, como me dijo mi amigo, no os recomiendo Inutilidad.
Qué melancólicas, aunque fascinantes eran aquellas noches, aquella reunión de almas insatisfechas con la vida, siempre, pacientemente, esperando una mejoría; soportando aquel presente insatisfactorio porque creían que éste no era la vida real, que la vida se encontraba en algún lugar del futuro, y que esto no era sino un estadio temporal y transitorio que había que pasar sumidos en una paciente espera. Y eso hicieron, esperar año tras año, en busca de la vida, mientras la vida, inadvertidamente, sin hacer ruido, había apilado todos los años que a manos llenas ellos habían malgastado en la espera, y estaba allí, a sus espaldas, mientras ellos… seguían esperando. 2/5.

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