Magdi Allam, periodista italiano de origen egipcio, era de religión musulmana hasta su reciente (y sonado) bautismo católico. Lo bautizó Benedicto XVI el Domingo de Resurrección del presente 2008. El libro es de 2005. Se publica ahora en España aprovechando el tirón de la popularidad del autor.
Allam es un hombre polémico: es italiano para los egipcios y egipcio para los italianos. Aunque era (entonces) de religión musulmana, los musulmanes fundamentalistas lo repudiaban y lo amenazaron.
Allam defiende, por ejemplo, la intervención militar occidental en Irak: tanto la invasión estadounidense como la cooperación internacional posterior en el intento de reconstrucción democrática del país. Considera que el enemigo contra el que se lucha allí es el islamismo radical. Los que matan en atentados suicidas no son iraquíes de la resistencia sino islamistas de todas partes, muchas veces de origen occidental. Los que mueren, en cambio, son mayoritariamente iraquíes y, en menor medida, soldados y civiles occidentales.
Cuando los muertos en Irak son ciudadanos italianos, puede suponerse fácilmente (en España tenemos penosas experiencias similares) cómo se envenena en Italia la política y el periodismo. Casi de modo inevitable la opinión independiente resulta alineada con Bush o con Al-Qaeda y se la considera instrumento de propaganda interesada.
Pese a tratar cuestiones tan vitales y tan polémicas, Allam consigue mantener un temple admirable y gran ecuanimidad.
...una cosa es prestarse temporalmente para cumplir con la noble misión de observador y comentarista de los grandes acontecimientos que marcan nuestro tiempo, incluso poniendo en peligro la propia persona, pero reservándose siempre la facultad de salir fuera cuando se estime oportuno, y otra cosa es estar dentro de un contexto específico de conflicto religioso, político, ideológico y terrorista sin tener la posibilidad de escapar.
(...) Lo que empeño no es la pluma, sino toda mi persona; lo que está en juego no es mi carrera profesional, sino mi vida entera.
Allam considera que el terrorismo islamista sólo terminará cuando deje de estar justificado por los propios musulmanes y anima a la reflexión y al pluralismo. Al fin y al cabo resulta extraña al islam la uniformidad doctrinal, pues los musulmanes no tienen en realidad una jerarquía, ni siquiera un credo. Recoge por ello los nombres (y una breve reseña) de los hombres y mujeres que, dentro del islam, defienden la racionalidad, la dignidad humana, la tolerancia y el pluralismo. 4/5.
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