Lo primero que debo decir de este libro es que alguien me lo recomendó diciéndome que me gustaría. Yo no estaba tan convencido, pero tenía curiosidad por descubrir en qué consistía esa extraña afinidad que se me aseguraba. Y me ha gustado. Mucho.
El libro recopila una serie de cartas personales que el autor remite a personajes ya fallecidos. La característica que comparten todos es que ayudaron al autor a descubrir la belleza (el trascendental: la belleza del mundo, la belleza de Dios). Algunos son propiamente poetas (A. Machado, M. Hernández, Whitman…); otros, músicos, pintores o escultores (Poulenc, Tintoretto, Miguel Ángel…), pero hay incluso filósofos y científicos.
Las cartas que les dirige suelen arrancar de una explicación autobiográfica de cómo entró en contacto con su obra y luego una interpretación de lo que percibió en ella. Los comentarios suelen referirse a alguna obra particular del artista más que a su obra en conjunto, pero las interpretaciones son ambiciosas y a veces un poco atrevidas. De alguna manera Alfaro escribe buscando un diálogo imposible con los artistas y los emplaza a responder a sus inquietudes en el Cielo (donde espera un día poder encontrarse con ellos).
Cada carta constituye en el fondo una oración a Dios por el alma del artista; una oración agradecida que intenta corresponder al don que el artista le ha entregado con su obra. Si tú, lector, te animas a leerlo, seguro que conocerás a muchos de los autores y obras sobre las que Alfaro escribe y podrás contrastar experiencias e interpretaciones; otros te resultarán desconocidos y en la lectura de la carta que les envía encontrarás una sugerente invitación a conocerlos. 5/5.
El libro recopila una serie de cartas personales que el autor remite a personajes ya fallecidos. La característica que comparten todos es que ayudaron al autor a descubrir la belleza (el trascendental: la belleza del mundo, la belleza de Dios). Algunos son propiamente poetas (A. Machado, M. Hernández, Whitman…); otros, músicos, pintores o escultores (Poulenc, Tintoretto, Miguel Ángel…), pero hay incluso filósofos y científicos.
Las cartas que les dirige suelen arrancar de una explicación autobiográfica de cómo entró en contacto con su obra y luego una interpretación de lo que percibió en ella. Los comentarios suelen referirse a alguna obra particular del artista más que a su obra en conjunto, pero las interpretaciones son ambiciosas y a veces un poco atrevidas. De alguna manera Alfaro escribe buscando un diálogo imposible con los artistas y los emplaza a responder a sus inquietudes en el Cielo (donde espera un día poder encontrarse con ellos).
Cada carta constituye en el fondo una oración a Dios por el alma del artista; una oración agradecida que intenta corresponder al don que el artista le ha entregado con su obra. Si tú, lector, te animas a leerlo, seguro que conocerás a muchos de los autores y obras sobre las que Alfaro escribe y podrás contrastar experiencias e interpretaciones; otros te resultarán desconocidos y en la lectura de la carta que les envía encontrarás una sugerente invitación a conocerlos. 5/5.
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