Asher Lev es un niño judío estadounidense hijo de una familia muy observante. Asher tiene temperamento artístico y un don para la pintura. Esta afición irrefrenable se convierte en un obstáculo en la vida familiar y religiosa. Salvo contadas excepciones, los judíos ven el arte como algo inútil, e incluso inmoral. Y entre los que opinan así está el padre de Asher.
Asher desarrolla su vocación, por tanto, en medio de profundos conflictos personales, familiares y sociales. Estos conflictos se presentan con viveza existencial y no quedan del todo resueltos.
El estilo (los diálogos tensos, la hipersensibilidad de Asher) es sobrio, cortante, pero también poético y, en mi opinión, muy conseguido.
Una novela valiente, difícil, llena de preguntas. 5/5.
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