lunes, 31 de diciembre de 2007

Jane Eyre (1847), de Charlotte Brontë

He leído dos veces este libro. Una vez en español y otra en inglés (siguiendo la lectura con la audición que se puede encontrar en Librivox, aquí). La segunda lectura (de este verano) fue, por eso, larga pero interesantísima. Es una novela magistral. Con unos diálogos cargados de energía. Tiene, para mí, un defecto en el carácter melodramático de la historia. El argumento es demasiado forzado.
Zefirelli hizo una película regular (aquí un breve comentario sobre ella), creo que Orson Wells hizo una buena versión que no he visto y la BBC tiene una serie bastante buena.

domingo, 30 de diciembre de 2007

El profesor Holland (Mr. Holland's Opus)

Holland es un músico que empieza a trabajar en un Instituto sin tener especial vocación para la enseñanza pero termina encontrando ahí su verdadera profesión.
Me ha gustado mucho la actuación de Richard Dreyfuss porque muestra un personaje mediano: ni ridículo ni espectacular. Resulta también comedido en los momentos más melodramáticos de la película. Es un personaje con pequeños brillos y muchos momentos grises. Está muy lograda también su evolución física con el paso del tiempo.
Las películas de Hollywood, con frecuencia, terminan con discursos, discursos antológicos en los que se hace justicia, discursos... artificiales que permiten pequeñas apoteosis. Así sucede en Mr. Holland's Opus con el breve discurso de la Gobernadora en el homenaje final. Aunque el recurso de terminar la película con un discursito reparador de estos me disgusta, sí me gustó en este caso el contenido, porque trata cuestiones reales de la educación: el profesor realiza una tarea cuya verdadera dimensión y eficacia es imposible medir, en ocasiones parece magnífica a los propios ojos y en ocasiones parece estéril. ¿Qué queda de todos esos esfuerzos de una vida entera?: para el propio interesado queda, sobre todo, un gran cansancio y la impresión de no haber sido retribuido (ni dinero ni fama. En la película al profesor Holland le montan un homenaje muy bien organizado, pero de ordinario no se muestra tampoco el reconocimiento).
La película refleja también la inevitable tensión entre los sueños personales, el trabajo y la familia.
Es posible que todas estas cuestiones no sean específicas de la educación pero son problemas reales del profesor y en esta película aparecen bastante bien reflejados.
Para lograr reflejar una vida dedicada a la enseñanza, la película da un par de saltos en el tiempo. Para mi gusto, ahí se desequilibra un poco la estructura: porque el primer acto, digamos, es muy largo, el segundo parece muy corto y la conclusión, cortísima.
4/5.

sábado, 29 de diciembre de 2007

El otro árbol de Guernica (1967), de Luis de Castresana

Es una conmovedora historia de uno de los niños vascos que fueron exiliados a Europa mientras duró la Guerra Civil española. Cuenta su manera de salir adelante tanto en lo que se refiere a organizarse la vida como en lo que es recomponer su interioridad cuando convive con una familia en Bélgica, lejos de sus padres y de su país. Casi todo el mundo a quien se lo recomendé compartió mis opiniones.
Se lo he recomendado mucho a chicos quinceañeros con gran éxito (no total pero muy alto: “muy bueno”, “el mejor libro que he leído”, etc.). Yo lo he releído ya alguna vez y me emociona la capacidad del autor para reconstruir el interior de Santiago Celaya y su forma de interpretar lo que sucede. Es una interminable sucesión de gratas sorpresas, delicadeza y energía. El libro ha sido Premio Nacional de Literatura el año de su publicación.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Recuento de invenciones (2004), de Antonio Pereira

Antonio Pereira es un maestro de la narración breve. En este volumen de Cátedra se recoge una extensa antología de toda su trayectoria de cuentos. Desde 1967 (con el libro Una ventana a la carretera) hasta el 2000 (con Cuentos de la Cábila).
Los cuentos de Antonio Pereira no están construidos sobre un argumento acabado; tienen un aire de poesía en el gusto a la ambigüedad. El narrador, por ejemplo, cuenta lo que otro contó y la narración juega a pasar de un narrador al otro sin previo aviso. Pereira se esfuerza en crear la atmósfera, caracterizar el diálogo, describir psicológicamente a un personaje o una situación, pero el argumento es anecdótico, impreciso y, a veces, incompleto.
El mundo de Antonio Pereira es el Bierzo: León colindante con Galicia, y gran parte de su objetivo es retratar el lenguaje de esas gentes, la mentalidad provinciana de personajes que se encuentran en situaciones embarazosas o que resuelven groseramente situaciones delicadas. Es irónico y socarrón, y le gusta lo escabroso. Su mundo es llano, chato, impermeable casi al idealismo, pero real como la vida misma.
Ayer os puse el final de uno de los cuentos, hoy, para que veáis el tono, os copio el empiece (que diría Pereira) de otro:
Una vez estaba en la tertulia Paco Lourido, escritor de mucha obra inédita, y esto fue antes de que al pobre le negaran la entrada en el café y en el Círculo y en las presentaciones de libros porque les soltaba los botones y los lazos a las señoras. Todavía no había entrado en barrena, sólo algunos indicios, y se puso a contar de Río de Janeiro, adonde había emigrado unos meses sin que se sepa claramente el porqué. ("Así empezó Lourido"). 4/5

jueves, 27 de diciembre de 2007

El toque de obispo

De pronto, el silbato de la máquina sonó con gravedad, casi solemne, un silbido largo y dos cortos.
―¿Has oído? ―dijo mi padre―. ¡Es el maquinista, que ha hecho el toque de obispo!
―¿Y eso? ―me admiré yo.
―Ellos tienen su código de señales, atención, atención especial, máquina de cola que se separa del tren. Y el toque de obispo, éste es de reverencia cuando se acercan a una ciudad episcopal, de las que tienen obispo y no tienen gobernador civil. Astorga, Calahorra, Guadix…
La maravilla se repitió. Una señal profunda, declinante en sus tramos finales, donde la pompa parecía dar paso a una emoción que te apretaba el pecho, y ya entrábamos en agujas.
―Pero el toque de obispo ―a mi padre le tiraba su origen― donde hay que oírlo es cuando el maquinista avista la insigne ciudad mitrada de Mondoñedo, a las ferias de San Lucas te he de llevar.
Luego supe que en Mondoñedo no hay tren, pero eso importa poco cuando la historia es bonita.
(Antonio Pereira. “El toque de obispo”, Recuento de invenciones.)

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Milagros de Nuestra Señora (sg. XIII), de don Gonzalo de Berceo

Berceo es para mí como una excursión por una iglesia románica en ruinas, vieja, quizás medio derruida, pero con el aliento de una fe firme, la solidez de los siglos y la frescura de una sombra alrededor, y una alfombra de hierba verde y mullida (ah, ¡y un vaso de buen vino!) . Creo que los Milagros los he leído ya tres veces, por lo menos. Cada vez con más satisfacción porque siento una mayor proximidad y familiaridad con don Gonzalo. Un hombre excepcional. Hay quien dice que ingenuo, ¡vamos hombre! Lo que es, es bueno, bueno hasta decir basta, y un poquito socarrón:
Doliéronse los ángeles desta alma mesquina,
por cuanto la levavan diablos en rapina:
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta menguabalis farina.
No tiene dobleces ni complicaciones. No es pretencioso. Es sencillo y ama la sencillez.

martes, 25 de diciembre de 2007

The quiet man (El hombre tranquilo)

En los gustos de las personas influyen muchas cosas. En mi aprecio por esta película de John Ford interviene, sin duda, el recuerdo de mis tres maravillosos veranos infantiles en Irlanda (con 12, 13 y 14 años). También influye el documental de José Luis Guerín: Innisfree, que es un homenaje a esta película y que la ennobleció a mis ojos. Me enseñó a quererla.
La caracterización humorística y exagerada de los personajes me recuerda a la comedia clásica: a Lope, a Shakespeare (La fierecilla domada)..., me recuerda también el tono de El sombrero de tres picos, de Alarcón. Me gusta el sentido del humor; la visión ilusionada del matrimonio: May their days be long, and full of happyness. / May their children be many, and full of health. / And may they live in peace and liberty. Me encantan algunas escenas como la conversación de Mary Kate hablando en gaélico con el cura y, entre todos los personajes, el divertido Micheleen ("Impetuous!, homeric!").
Me divierte además ver sacar un cigarro tras otro a John Wayne y tirarlos después de una sola calada, o dos o tres como mucho.

lunes, 24 de diciembre de 2007

El sobrero olvidado

En el libro de Inutilidad (mi breve reseña, aquí), Gerhardie hace referencia a una obra de Gogol (Las tres hermanas, creo) en cuyo final, al parecer, interviene un simbólico sombrero de seda olvidado. Concretamente lo describe así:

Ella espera que vuelva a su lado. Espera con confianza porque él ha dejado su sombrero de seda sobre la mesa. De modo que ella sigue esperando. Pero el mayordomo de él vuelve y se lleva el sombrero; entonces, ella pierde el control ¡y cae el telón!

Pues resulta que yo he traducido (y representado) una piececilla teatral breve de Lord Dunsany que se titula The Lost Silk Hat y que trata precisamente de un joven que ha olvidado su sombrero en casa de una chica (con la que acaba de cortar) e intenta que otra persona se lo recupere. Pero como no consigue a nadie dispuesto a ir, acaba yendo él a buscarlo y la pareja se reconcilia.
Parece que la relación es evidente. La referencia, que investigaré, es un regalito por haberme terminado el libro de Gerhardie, que me costó una barbaridad.

domingo, 23 de diciembre de 2007

¿Hay que acabarse los libros?

Me esforcé por acabar Inutilidad en parte por dar cuenta del libro en el blog. Si no, quizá lo hubiera aparcado. No me avergüenza reconocerlo: yo me dejo muchos libros sin terminar. Algunos porque me olvido de ellos. Otros porque considero que no me compensa el esfuerzo de leer lo que me falta. Y unos pocos porque me han disgustado ya mucho en poco tiempo. Hace poco Lars Walker apuntaba (en Brandywine Books) una razón para terminarse los libros que no le están gustando: cuanto más le cueste terminar el libro más a caldo va a poner al autor en la crítica: The pain of reading them is balanced (at least somewhat) by the pleasure of insulting the authors, at a safe distance.
Es una buena razón, pero sólo en el caso de que tengas que hacer obligatoriamente una crítica.
Yo apuesto por mi libertad de lector para mandar a paseo a los cargantes. Y también para equivocarme.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Inutilidad (1922), de William Gerhardie

Cuando iba por la página 100 del libro, le pregunté a quien me lo había recomendado: "Todavía no he descubierto por qué me lo has recomendado". "Fue al contrario, te lo desaconsejé". "Ah, ya".
Durante la revolución rusa, el narrador conoce a una familia noble que resulta ser una madeja de líos afectivos y económicos. Con el paso del tiempo la madeja se complica todavía más.
Conversaciones absurdas, giros y situaciones disparatados.
Dudé si dejarlo en la página 100. Volví a dudar en la 150. Llegué al final (pág. 209) por aquello de la honrilla. También es verdad que no lo he leído en el mejor momento, porque el final de trimestre en la Educación es “la muerte pelá”.
Pero puestos a leer un libro que habla de vidas malgastadas, me hizo mucha más gracia El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati, dentro de que tampoco es un libro fácil. El de Gerhardie es frío y distante. En fin, como me dijo mi amigo, no os recomiendo Inutilidad.
Qué melancólicas, aunque fascinantes eran aquellas noches, aquella reunión de almas insatisfechas con la vida, siempre, pacientemente, esperando una mejoría; soportando aquel presente insatisfactorio porque creían que éste no era la vida real, que la vida se encontraba en algún lugar del futuro, y que esto no era sino un estadio temporal y transitorio que había que pasar sumidos en una paciente espera. Y eso hicieron, esperar año tras año, en busca de la vida, mientras la vida, inadvertidamente, sin hacer ruido, había apilado todos los años que a manos llenas ellos habían malgastado en la espera, y estaba allí, a sus espaldas, mientras ellos… seguían esperando. 2/5.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Por cierto, Alfonso, no me notas nada…

¡Peligro! El reto insuperable...
Esto puede ser que se ha cortado el pelo, o se ha puesto mechas, que estrena chaqueta, que está más delgada (medio kilo, uno…), que se ha hecho la cirugía estética (y adivina qué; o mejor: no adivines).
La experiencia tan universal la recoge también con gracia, en mi opinión, Kingsley Amis, en La suerte de Jim:

―Por cierto, James ―dijo Margaret, tomando la copa por el pie―, quiero decirte que te estoy enormemente agradecida por tu tacto durante las dos últimas semanas. Ha sido un rasgo de bondad por tu parte.
Dixon puso todas sus facultades en guardia. Los acertijos de apariencia inocua, e incluso agradable, eran señales seguras de un ataque inminente, el jinete misterioso que se dejaba ver mientras cabalgaba hacia el furgón del oro.
―No era consciente de haber tenido tanto tacto ―dijo, en un tono neutro.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Poemilla navideño

Como el soneto digamos que se me está retrasando un poco (eufemismo de vendedor), para apacentar a las masas ansiosas os dejo algo anterior. Como esta décima que escribí... el siglo pasado. Se titula “Belén (Navidad, finales del XX)”.

Entre tanto disparate
Dios vuelve a venir al mundo.
(O su amor es muy profundo
o está loco de remate.)
De este humilde escaparate
repleto de maravillas
blancas, pobres y sencillas,
yo, quizá, destacaría
esa serena alegría
que es para estar de rodillas.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

El taller del artista (6)

El taller del artista ha estado cerrado estos días. Es final de trimestre y eso supone exámenes y correcciones y cenas de Navidad... Representé con cinco alumnos de 15 y 16 años un juguetito cómico en inglés: The still alarm de George Kaufman. Salió... de aquella manera: aceptable. La mitad del reparto se me dio de baja dos o tres días antes de la representación porque no sé quién volvía de no sé dónde, sa'es, y daba una fiesta en su casa. Los sustitutos se portaron muy bien pero, evidentemente, aquello apenas estaba ensayado. Bastante orgulloso me siento de haber superado la crisis que provocó la fiesta.
El domingo 23 represento El patito feo. Os había dicho que os avisaría y os aviso, pero no os doy más datos no sea que os presentéis y pongamos en peligro nuestra amistad. Es una temeridad representarlo habiendo ensayado tan poco, pero sería una lástima no hacerlo. Hay que representarlo como sea.
Y el soneto...
Cuando a los ciclistas les fallan las piernas en una ascensión, empiezan a mover la cadera echando todo el peso del cuerpo sobre cada pedalada. Se dice entonces que suben "a golpe de riñón". Y así, a golpe de riñón, he intentado sacarlo adelante un par de veces. Pero todavía no.
Estos finales de trimestre vienen fatal para el estrés.

martes, 18 de diciembre de 2007

El guionista se estaba preparando el final

En la película de “El club de los poetas muertos” el profesor les sugiere a los alumnos que pueden utilizar la expresión “Oh, Capitán, mi Capitán” para dirigirse a él.
Se trata de un verso del poema que Walt Whitman dedica a Abraham Lincoln (aquí en inglés, aquí una versión en castellano). El poema habla del homenaje que unos marineros rinden a su capitán que consiguió llevar a puerto el barco pero falleció antes de arribar. No dejéis de echarle un vistazo al poema en alguna de las dos versiones.
Al final de la película los alumnos despiden a su admirado profesor Keating con esas palabras –“Oh Capitán, mi Capitán”– mientras se suben a las mesas. La analogía es impresionante: Keating, como Lincoln, ha logrado la libertad para otros pero a costa de su sacrificio. Lo que me disgusta de la situación es que la analogía la sugirió el propio Keating al principio de la película.
Si es Keating el que, al principio, dice a los chicos que le pueden llamar de esa manera, de algún modo puede decirse que es el propio Keating el que se está identificando con Lincoln (y esto es un poco pretencioso) y además anticipa proféticamente el final dramático de la película (y esto es un recurso tramposo del guionista).

lunes, 17 de diciembre de 2007

Espejito, espejito mágico

Dijo ayer la Madrastra de Educación ―digo... la Ministra― que el Sistema Educativo actual es "el mejor que hemos tenido nunca".
No sé si es malicia (cuanto más ignorantes, mejor para nosotros), irresponsabilidad (decir algo así es gratis) o, en el mejor de los casos, se trata de un prejuicio ideológico (el sistema es obra nuestra: tiene que ser bueno).
En cualquier caso, el resultado es de un sarcasmo cruel. ¡Qué falta de vergüenza!
Y usted que lo diga, señora Ministra, oiga, el mejor de nuestra historia... y parte del extranjero. Aquí lo que pasa es que hay gente imposible de contentar. El mejor del mundo mundial. "Y quien que dijere lo contrario, miente".

domingo, 16 de diciembre de 2007

La vida como un cartón de huevos

No sé por qué nos engañamos creyendo que la vida es previsible y segura, cuando en realidad no es más que un cartón de huevos: uno siempre tropieza y se queda a un paso de convertirla en una tortilla.
(Richard Paul Evans. El carrusel)

sábado, 15 de diciembre de 2007

En el taller del artista (5)

Ayer le di tal empujoncito al soneto que casi lo embarranco. Os presento (más o menos) los resultados:
Arranqué por un posible final. Siempre conviene tener asegurado el cierre del poema para no atascarse en un callejón sin salida. También para saber adónde vamos. Se me ocurrió que la mula termina el soneto con una queja: “¡hay que ser bestia!”. La queja es más divertida, por paradójica, si se dirige a un hombre, a los pastores: “¡hay que ser animal! ¡hay que ser bestia!” De ahí pasé a escribir estos:
El muy analfabruto ni siquiera
se ha sacudido el barro de las botas
y encima está sonándose los mocos.
¡Hay que ser animal!, ¡hay que ser bestia!
Que luego acabaron convertidos en dos tercetos íntegramente dirigidos a un pastor al que la mula pone a caldo y dicen así:
sin afeitar, diciendo palabrotas,
con las manos manchadas como pocos,
sin tomarse siquiera la molestia
de sacudirse el barro de las botas,
y ahora reza, llorando hasta los mocos.
¡Hay que ser animal!, ¡hay que ser bestia!
(“Con las manos manchadas”, no está muy conseguido, pero tiene un aire de conciencia culpable más interesante que “con la zamarra sucia”, por ejemplo. Dudo. Ese verso es el peor, tampoco la rima es buena. El penúltimo también debería mejorarse.)
Como veis, han cobrado los pastores un papel principal que no pretendía. De hecho, ya apenas le he encontrado sitio al buey en el poema. Tampoco he podido caracterizar a la mula. Encima me he atascado con los cuartetos, por obsesionarme con la idea de la “coz” y la “voz”. Tengo este cuarteto:
En cuanto la Señora al Niño acueste
voy a tener que dar un par de coces
porque están los gañanes dando voces
y hay un olor a cabra que es la peste.
Las dos rimas me resultan complicadas y ahí me atasqué. La de “acueste” y “peste” es porque tengo preparado el verso que enlaza con los tercetos: “y llegan como brutos, como éste”. En fin, si no resuelvo bien, tiro el cuarteto a la basura y empiezo con otras rimas. ¡Ya falta menos… para Navidad!

viernes, 14 de diciembre de 2007

Dios y el mundo (2000), de Joseph Ratzinger

Mientras la actualidad de Benedicto XVI está en su último libro, Jesús de Nazaret, o en su última encíclica, Spe Salvi, yo estaba todavía con lo anteantepenúltimo, el segundo libro publicado en colaboración con Peter Seewald.
Me he leído ya con éste tres libros de entrevistas: Informe sobre la fe, La sal de la tierra y éste (De los tres, elijo el segundo). Me interesaba conocer al Papa como persona. Desde su elección me han llamado la atención cosas que he visto en él o me han contado. Que toque el piano, que le gusten los gatos (¡glup!), su manera de hablar (sin apenas subrayar las frases, frente al estilo de Juan Pablo II), su sabiduría y su sencillez... Confieso que sigue siendo u misterio para mí aunque ahora lo conozco más.
Es un misterio que me causa admiración. Doy muchas gracias a Dios por este Papa. Su elección me pareció una prueba de la misericordia de Dios: "vamos a darles otro Papa espectacular y santo, pero totalmente distinto". Y, tras Juan Pablo, el conquistador; Benedicto, el pacífico.
A este libro de Dios y el mundo, en mi opinión, le sobran muchas páginas. Trata demasiadas cuestiones, hace demasiadas preguntas (llega a preguntarle ¡si existen los extraterrestres!). Y, claro, las respuestas a veces son obvias, y otras veces más originales y sugerentes, pero todas quedan sin desarrollar.
Dos detalles que me han llamado la atención (tampoco yo los voy a desarrollar): 1. La reivindicación de la autoridad (en el sentido de que amar no es conceder siempre). 2. Las virtudes que menciona, cuando trata de dibujar el perfil de la santidad ordinaria, son la honradez, la lealtad y la humildad. 4/5.

jueves, 13 de diciembre de 2007

¡Qué risa: los datos de Pisa!

El informe de Pisa pone la educación en España por los suelos. Comparados con los países desarrollados estamos bastante abajo y además en línea descendente: seguimos bajando. Peor aún en letras que en ciencias. Pues qué queréis que os diga, a mí las malas notas que nos ha dado el informe Pisa me han hecho mucha ilusión.
No es que me alegre de que quedemos mal y vayamos a peor. Los problemas de la educación están a la vista dentro de las aulas y los profesores percibimos el deterioro lo diga Pisa o no. Yo me alegro de que “la gente de la calle” se entere gracias a algún baremo (más o menos) objetivo. Y me alegro de que los políticos tengan ahí un problema, porque entonces puede que empiecen a buscarle una solución.
Educar en España en el siglo XXI, con una legislación complaciente con los alumnos (¡que no sufran!, ¡que no se traumen!, ¡que promocionen todos…!), con una crisis de la familia tan dramática y con los problemas derivados de una grande, súbita y heterogénea inmigración... educar en España, chico, se está volviéndo una tarea hercúlea. Y lo que viene...
Necesitamos que alguien haga algo y quizá los cates de Pisa nos ayuden a conseguirlo.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

En el taller del artista (4)

Revuelto de ideas sobre el soneto navideño de 2007. A la desesperada, acumulo cosas sin orden ni concierto.
Pensando en tozudez me vino la palabra "coz", "arrear una coz" ¡me gusta! Rima con "voz". Quizá la mula se responsabiliza del sueño del Niño: "Si alguien levanta la voz..." (porque estos pastores son más brutos que yo qué sé... y ensucian, y huelen...). Las rimas en aguda (voz, coz) no gustan a los puristas. A mí, sí.
Ronzal, albardas, hocico, cascos, herraduras, cebada.
Para la mula, el buey es "de mirada vacuna" (expresión clásica que incluye un ataque malintencionado porque es buey y no toro). Quizá la mula y el buey contrastan por su carácter: la mula, activista, nerviosa, empeñada en el calor, el silencio y el orden en el portal. El buey es todo pachorra, desquiciantemente pasivo.

martes, 11 de diciembre de 2007

Más extraño que la ficción (Stranger than fiction)


El protagonista de una novela descubre que su escritora se propone "matarlo". Al enterarse, sufre una pequeña crisis existencial (abandona la rutina; pasa a hacer lo que de verdad quiere) y trata de prolongar su vida acudiendo directamente a entrevistarse con la autora.
El mundo de la ficción y el de la realidad en la película son iguales pero paralelos al principio. En cuanto empiezan a cruzarse, quedan confundidos. El juego de mezclar realidad y ficción se parece al que utilizan otras historias de dar saltos en el tiempo y conectar el presente y el pasado: son juegos sugerentes pero se salen de la lógica y resultan incomprensibles. La historia se vuelve confusa, inevitablemente.
Lo más positivo es que anima al espectador a aprovechar el tiempo. Me recordó en eso aquella famosa anécdota ejemplarizante que se cuenta de san Luis Gonzaga: le preguntaron qué haría si supiera que le quedaba muy poca vida; lo que estoy haciendo, contestó, más o menos (disculpadme las imprecisiones, estoy escribiendo al vuelo).
La película me recordó también a Niebla, de Unamuno. Unamuno veía en la férrea relación que mantiene el autor con su personaje una metáfora (resentida) de la relación del Creador con su criatura. En Más extraño que la ficción ese nivel sólo se roza. Se pasa por él como con miedo, de puntillas, sin profundizar. Y el “personaje” es muy dócil; no se enfrenta con su autora (como sí hace Augusto Pérez con Unamuno).
Dos apuntes más:
1. Cuando el protagonista decide declararse a la chica le dice "te deseo". No sé en qué términos se expresa en inglés, pero así dicho me pareció una declaración de amor de impresionante voracidad. ¡A la cama!: no perdamos tiempo, que no me sobra. ¡¡Viva el romanticismo!!
2. Puestos a jugar a la narratología (como hace el guión), es un poco burdo identificar (como hace el guión) “narrador omnisciente” y “autora”. 3/5.

lunes, 10 de diciembre de 2007

el mar, el mar y no pensar en nada

Es el conocido verso final del poema “Ocaso” de Manuel Machado. Lo traigo aquí para acompañarlo también de un magnífico homenaje de Carlos Murciano, menos conocido. El de Machado refleja un cansancio vital y el de Murciano trata más bien de un desengaño amoroso.

“Ocaso”

Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde… El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada…
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar en nada!...

(Manuel Machado, Ars moriendi)

“En nada”

Y no pensar en nada. Mar doliente.
Rodar sobre la arena del verano.
Olvidar que al alcance de la mano
hubo un mundo remoto y diferente.
Rechazar los recuerdos. De repente,
el mar grita tu nombre y grita en vano.
No hay que pensar en nada. Ya no. Ya no.
Ojo por ojo, sí, diente por diente.
Una muchacha es siempre como un río
dulce y desesperado, mas de acero:
estilete, puñal, cuchillo, espada.
Se hunde en el mar del pecho. Mira el mío.
Pero ya no. Pero ya nunca. Pero…
el mar, el mar, y no pensar en nada.
(Carlos Murciano, Del tiempo y soledad)

domingo, 9 de diciembre de 2007

En el taller del artista (3)

Continúo la serie sobre mi poema navideño in fieri. Ya he elegido personaje sobre el que escribiré este año el soneto: la mula.
En el Evangelio nada se dice de la presencia de una mula en el Portal, pero la tradición supone que la Virgen (en avanzado estado de gestación) debió viajar de Nazaret en mula o borriquillo. Tiene, por eso, el encanto de lo que es mera tradición. Con este personaje me acerco al Misterio (Jesús, José y María) sin llegar a tocarlo. Al poner voz a un irracional, además, participo en el aire infantil que para mí tienen los belenes caseros (donde no importa mezclar figuras de tamaños distintos o pastores con motoristas)
Tiene el encanto de ser un personaje de mal carácter que interviene en una obra de misericordia. Es gruñón pero caritativo. Hace pareja con el buey pero quizás rivaliza con él; porque, aunque el buey está también en el portal y va asociado a partes iguales con la mula, no tiene los mismos méritos pues no hizo el viaje desde Nazaret. ¿Celos?
Otra idea que puedo aprovechar es que las mulas tienen fama de tercas: por ahí puede buscarse otra pista.
Ya sólo falta ponerme. ¡Pero se me echan encima las Navidades!

sábado, 8 de diciembre de 2007

¡¡¡Felicidades (a las tres Inmas)!!!

Veréis: hoy es la Inmaculada. Hoy es una fiesta grande de la Madre de Dios y un motivo de profundo orgullo para los españoles, porque en España se celebraba esta fiesta desde muy antiguo. El Papa corona de flores hoy a la Virgen en Roma en Piazza Espagna (ahí queda eso). Y hoy es el santo de mamá y de mi hermana Inma. He elegido para ilustrar esta entrada una de las más bonitas esculturas del arte barroco español. Una joya labrada en 1656 por Alonso Cano. Es una talla pequeña y graciosa: la llaman algunos la Inmaculadita porque mide medio metro nada más. Es una escultura de madera policromada, de una finura que impresiona. Se conserva en la Sacristía de la Catedral de Granada. Para el que quiera leer algo sobre ella, os dejo una buena presentación en pdf (aquí).

viernes, 7 de diciembre de 2007

Yo no esperaré

En el librillo de Cinco panes y dos peces, del cardenal vietnamita Nguyen Van Thuan, me encontré con una concepción del tiempo que comparto y que, más o menos, intenté explicar en una entrada anterior (aquí). Al escribir esa entrada, me acordé de este pasaje que ahora os traigo. Hablaba el difunto cardenal de su injusta detención y traslado a un campo de internamiento:

Esa noche, durante el trayecto de 450 km que me lleva al lugar de mi residencia obligatoria, me vienen a la mente muchos pensamientos confusos: tristeza, abandono, cansancio, después de tres meses de tensiones… Pero en mi mente surge claramente una palabra que disipa toda oscuridad, la palabra que Mons. John Walsh, obispo misionero en China, pronunció cuando fue liberado después de doce años de cautiverio: “He pasado la mitad de mi vida esperando”. Es una gran verdad: todos los prisioneros, incluido yo mismo, esperan cada minuto su liberación. Pero después decidí: “Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor.”

No es una inspiración improvisada, sino una convicción que he madurado durante toda la vida. Si me paso el tiempo esperando, quizá las cosas que espero nunca lleguen. Lo único que con seguridad me llegará será la muerte.
Pensando en el futuro que esperamos, podemos desatender el presente que estamos viviendo.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Cometas en el cielo (2003), de Khaled Hosseini

El narrador, Amir, es un niño afgano, íntimo amigo de su fiel criado (de la misma edad) Hassan. Cuando más ayuda necesita Hassan, Amir se aleja de él por cobardía.
Pasan los años y Amir ha recompuesto su vida en Estados Unidos pero vuelve a encontrarse con el pasado y con la vida de su fiel Hassan.
La novela es dura, agridulce pero tiene un encanto que me recordó a Cisnes Salvajes de Jung Chang: en un país desconocido, con reglas sociales y religiosas imprevisibles, uno reconoce las virtudes de las personas de bien, y esa admiración te hermana con el más extraño.
Cometas en el cielo tiene numerosos finales. Llegas a un punto en que parece que todo está dicho y de pronto la novela parece empezar otra vez. El escritor es muy delicado en sus comentarios; dice las cosas y las deja, sin cargar la mano. Me ha gustado mucho. Me ha admirado.
El fondo de esta novela son además los dramáticos últimos veinticinco años de Afganistán. Un desastre completo.
Creo que la han llevado al cine, por ahí he visto que circulan los trailers. No me apetece ver la película.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Como quien no quiere la cosa

Nada permite tanto dárselas de algo como decir: "Acabo de llegar de China". Y todavía hoy, cuando intuyo que alguien no me admira lo suficiente, recurro a un "cuando vivía en Pekín", pronunciado como quien no quiere la cosa y en un tono de voz indiferente.
Es una especificidad real, ya que, después de todo, también podría decir "cuando vivía en Laos", que resultaría mucho más excepcional. Pero no tiene tanto glamour. China es lo clásico, lo incondicional, es Chanel nº 5.
(Amelie Nothomb, El sabotaje amoroso)

martes, 4 de diciembre de 2007

En el taller del artista (2)

Ya he adelantado (en la primera parte) que escribiré un soneto. ¿Por qué? Me alegra que me hagáis esa pregunta: 1) porque me he aficionado a esa estrofa, que es la reina de las estrofas; 2) porque el soneto es como un potro de tortura para las ideas (la obliga a someterse) y yo entiendo mi labor poética como un aprendizaje; y finalmente, 3) porque así, después de muchas Navidades, tendré un ramillete de sonetos (que podrá constituir un libro póstumo) en vez de una colección heterogénea de poesías cada una de su padre y de su madre.El tema lo tengo también acotado. Será sobre un personaje del belén. Cada soneto es como una figurita. Ya he escrito un soneto de un pastor, otro del posadero, un angelote, y el rey Melchor. En general eludo (por miedo) las figuras centrales y voy poniendo las secundarias. Todavía no he elegido el personaje para estas Navidades.

lunes, 3 de diciembre de 2007

La ganadora (The prize winner of Defiance, Ohio)

Película sobre una madre de diez hijos, que participa en todos los concursos habidos y por haber para sacar adelante a la familia. El marido es alcohólico, violento y autocompasivo.
No es frecuente que el cine se interese por personajes ejemplares, como en este caso por una madre católica con familia numerosa. En esta película la protagonista es excepcional. Aguanta con increíble paciencia las ofensas y humillaciones que recibe y mantiene la calma y la esperanza en las ocasiones más complicadas.
Me ha desconcertado, sin embargo, que la película nos oculte su faceta religiosa. Y, en general, su mundo interior. Sólo tardíamente empezará a confiarse a su hija mayor y nos desvelará un poco de esa misteriosa y extraordinaria interioridad. Hay, sí, una conversación con un sacerdote; pero resulta frustrante, al menos para el espectador.
No se la ve rezar. Sabemos que lo hace (se dice al final, por ejemplo, que visitaba al Señor en la Iglesia a diario) pero no se ve. Sorprende una vez a sus hijos, escondidos rezando el rosario y ella se emociona pero no dice nada, ni se une a ellos. ¿No reza ella ante los muchos problemas que la rodean? ¿Y por qué se esconden los hijos para rezar el rosario? ¿Ninguna referencia a Dios cuando ganaba esos providenciales concursos? Si la película hubiera mostrado su relación con Dios, si no omitiera ese aspecto, el personaje sería más próximo y amable; emocionaría. Tal y como se describe, sola y muda en medio de las tormentas, tiene un punto de extraña frialdad que roza lo inhumano.
Me gusta mucho como actriz Julianne Moore. También aquí, pese a lo dicho sobre su personaje. 4/5.

domingo, 2 de diciembre de 2007

En el taller del artista (1)

Hace tiempo decidí que debía felicitar las Navidades de algún modo artístico: ¡Escribir un poema, claro! Por culpa de esta feliz idea, desde entonces, algunos años en los que las musas se hacen de rogar, me acaba pillando el toro y al final no felicito. (Triste, triste: no escribir ni por Navidad).
Hoy comienza el Adviento (de "adventum", próximo a la llegada). Emprendo mi poema navideño y os iré explicando mis progresos. Os invito al taller del artista, a asistir a la gestación (ejem) de un soneto (¡ah!). Lo que los ingleses llamarían un soneto "in the making". Esto puede acabar en éxito o en fracaso (o en un mitad y mitad). Veremos. Continuará.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Tengo una pecera en mi blog

La he traído para que descanses un rato. Pero poco, ¿eh? A ver cómo sale en la entrada, que en esto del diseño soy un poco torpe.

http://www.sharkbreak.com/