Ya he contado en el blog (
aquí) que, cuando tenía 16 años,
El Piraña nos hizo leer obligatorio
Peñas arriba. Alguno de mis compañeros sufrió una especie de indigestión literaria mientras que yo disfruté durante mucho tiempo de un lugar recóndito donde mi imaginación se refugiaba. Es un recuerdo fuerte y ha creado en mí un agradecimiento firme hacia Pereda.
La crítica le es adversa. Resaltan su amistad con Galdós y salvan con reservas Peñas arriba y Sotileza pero condenan casi todo lo demás.
Yo acabé sospechando que las opiniones sobre Pereda procedían de la ignorancia y/o los prejuicios y he querido seguir leyendo otras obras suyas.
Me leí La Montálvez hace dos años y me defraudó. Ahora me he leído Pachín González y me he sorprendido porque no llega a ser una novela (como pensaba o me habían dado a entender) sino una novela corta o menos aún.
Pachín González es un relato como de 80 páginas que tiene por tema un trágico acontecimiento histórico del que yo no tenía noticia anterior: la explosión en 1893 en el puerto de Santander de un carguero vizcaíno (El Cabo Machichaco) que provocó más de 500 muertos entre autoridades civiles, bomberos, tripulación y público espectador.
Pereda, escritor santanderino, ve la oportunidad (o se siente en la obligación) de narrar una catástrofe que debió estremecer a la ciudad y conmover a todo el páís. Su actitud es como la de un fotógrafo. Inventa unos protagonistas (un joven y su madre) y, a través de su caso particular, asistimos al antes, durante y después de la terrible explosión. El argumento es mínimo: lo imprescindible para describir los acontecimientos.
Dos apuntes más:
En contra de lo que leí en alguna reseña muy repetida por internet, el protagonista no es el miembro de una tripulación sino que ha sacado un pasaje para otro barco.
Siendo la historia tan breve, Pereda no deja de incluir uno de sus temas recurrentes: la vida sencilla del campo como preferible a la riqueza en desarraigo. 4/5.