Eduardo me animó hace años a abrir un blog y me dejé arrastrar hacia este mundillo. Me lo tomé muy a pecho (una entrada al día durante mucho tiempo) hasta que bajé el ritmo, como quien consigue dejar de fumar.
Casi al mismo tiempo fui reduciendo las entradas personales porque me resultaba verdaderamente muy cansado redactar el diario de mi vida... cansado y engorroso.
Al final, mi blog ha acabado siendo solamente el cementerio de las valoraciones de los libros que voy leyendo, pero me parece que el asunto tiene todavía su sentido pues permite orientar a lectores parejos a los que les gusta lo que a mí.
Ahora sin embargo estoy perdiendo otra batalla: me cuesta incluso escribir una breve opinión de lo que he leído. A ver si me curo de la pereza. Pero no hoy.