—Ha pasado mucho tiempo desde que nos bañamos en Sandfor Lasher —dijo Durrance.
—Y desde que nos helamos, por Pascua de Resurrección, en la garganta nevada de Great End.
Ambos hombres tenían el presentimiento de que en aquella mañana se había acabado un capítulo del libro de su vida y, como el volumen había sido de agradable lectura y no sabían si los sucesivos se mantendrían al mismo nivel, estaban hojeando retrospectivamente las páginas antes de cerrarlo de un modo definitivo.
—Cuando regreses, Juan, tendrás que venir a pasar una temporada con nosotros.
(Alfred E. W. Mason, Las cuatro plumas)
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