La autora repasa los fundamentos teóricos de la labor educativa. Define, clasifica, puntualiza, avanza con criterio sistemático, pero a la vez con brevedad.
Se dirige los profesores, para ayudarnos a perseverar y a mejorar, recordando los principios que deben regir su actuación: condiciones naturales necesarias, preparación conveniente, modo de actuar.
El libro recuerda cuestiones básicas con el fin de que, teniendo la teoría bien clara, la actuación práctica del profesor encuentre una referencia: sigue el principio de que nada hay más práctico que una buena teoría. La razón de esto es que toda práctica educativa encierra un planteamiento teórico (aunque no sea consciente). Por su parte, toda teoría tiene luego consecuencias prácticas.
Me recordó un poco a otro libro que leí hace poco: Aprobado general, de Juan Carlos Eizaguirre (mi comentario, aquí). El otro era más práctico, pero me gustó más éste. Ya tengo ganas de releer los subrayados que le he hecho. 4/5.
domingo, 10 de agosto de 2008
viernes, 8 de agosto de 2008
Botchan (1906), de Natsume Sōseki
Sorprendente novela japonesa de principios del sg. XX. El narrador es un joven de Tokio, impulsivo e insensato, que consigue un puesto de profesor en un colegio mediocre de un pueblo japonés perdido.
La narración es lacónica, disparatada, empieza despertando curiosidad y no deja de asombrar hasta el final. Me recordó un poco a El Lazarillo de Tormes.
El protagonista llega lleno de recelos a un pueblo rural; se burla interiormente de todas las personas que conoce y recibe, a su vez, muchas burlas. Este ambiente de engaños y desconfianza se acrecienta progresivamente degradando incluso al propio narrador, como en el Lazarillo.
No sabía qué hacer. Francamente, debo confesar que aunque me sobre el valor, lo que a veces me falta es algo de inteligencia. No tenía ni la menor idea de qué hacer. Pero, aun así, no estaba dispuesto a que me tomaran el pelo. Dejar las cosas como estaban significaba rendirme. Seguro que acababan diciendo que era un gallina de Tokio.
3/5.
[Edito para añadir una buena referencia: aquí os dejo una crítica documentada del libro.]
La narración es lacónica, disparatada, empieza despertando curiosidad y no deja de asombrar hasta el final. Me recordó un poco a El Lazarillo de Tormes.
El protagonista llega lleno de recelos a un pueblo rural; se burla interiormente de todas las personas que conoce y recibe, a su vez, muchas burlas. Este ambiente de engaños y desconfianza se acrecienta progresivamente degradando incluso al propio narrador, como en el Lazarillo.
No sabía qué hacer. Francamente, debo confesar que aunque me sobre el valor, lo que a veces me falta es algo de inteligencia. No tenía ni la menor idea de qué hacer. Pero, aun así, no estaba dispuesto a que me tomaran el pelo. Dejar las cosas como estaban significaba rendirme. Seguro que acababan diciendo que era un gallina de Tokio.
3/5.
[Edito para añadir una buena referencia: aquí os dejo una crítica documentada del libro.]
miércoles, 6 de agosto de 2008
Para acabar con las enfermedades
El diagnóstico prenatal del Síndrome de Down conlleva el aborto provocado de 9 de cada 10 nonnatos.
La denuncia procede de la Asociación para la Defensa de la Objeción de Conciencia (y puede verse aquí). En su nota, afirman con razón:
Resulta paradójico (...) considerar una buena política sanitaria, la de atajar la prevalencia de una enfermedad acudiendo al expediente de eliminar a los enfermos.
Lo supe por Óptica libre (aquí)
Estamos mal.
sábado, 2 de agosto de 2008
La profesión del profesor...
Relacionado con lo que comentaba antes (aquí) al hilo de The Ron Clark story, sobre el hecho de que el profesor extraordinario se deja la vida en el empeño, me llamó la atención este comentario de María García Amilburu en el libro que estoy leyendo. No resuelve el tema pero sugiere cierta moderación:
Por lo que respecta a la mentalidad --al modo personal de ver la realidad, de afrontar las cuestiones, etc.--, es muy importante conseguir una fuerte unidad entre la identidad personal y la identidad profesional como docente. Pero en lo que atañe a la distribución concreta del tiempo --cada día, cada semana, cada mes, cada año--, es preciso establecer una clara distinción entre "la profesión" y "la vida personal". Si no se marcan esos límites --todo lo flexibles que sea necesario, pero límites al fin y al cabo-- acabarán deteriorándose la salud física y mental, las relaciones familiares y de amistad, y toda la vida se irá empobreciendo a causa de una excesiva implicación emocional con los alumnos y una mal entendida dedicación a la profesión docente como forma de vida.
(María García Amilburu; Nosotros, los profesores)
Por lo que respecta a la mentalidad --al modo personal de ver la realidad, de afrontar las cuestiones, etc.--, es muy importante conseguir una fuerte unidad entre la identidad personal y la identidad profesional como docente. Pero en lo que atañe a la distribución concreta del tiempo --cada día, cada semana, cada mes, cada año--, es preciso establecer una clara distinción entre "la profesión" y "la vida personal". Si no se marcan esos límites --todo lo flexibles que sea necesario, pero límites al fin y al cabo-- acabarán deteriorándose la salud física y mental, las relaciones familiares y de amistad, y toda la vida se irá empobreciendo a causa de una excesiva implicación emocional con los alumnos y una mal entendida dedicación a la profesión docente como forma de vida.
(María García Amilburu; Nosotros, los profesores)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)