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He descubierto con sorpresa que el director, Louis Malle, dirigió también una película que en su día me pareció interesante: Au revoir, les enfants (Adiós, muchachos). Hoy la recuerdo como un poco pesada.
Los protagonistas se reúnen en ese teatro de la calle 42 y, aparentando ser ajenos a la grabación, se ponen sencillamente a representar a obra. Sin efectismos, sin vestuario, sin casi nada más que el texto y la actuación, el espectador (al menos, a mí me sucedió) entra completamente en la representación.
Muy bien Julianne Moore. Su personaje es de una belleza fría pero magnética y su mundo interior resulta ambiguo y misterioso. Ya comenté alguna otra vez (aquí) que esta actriz me impresiona.
4/5
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