Un hombre queda herido: una persona. En esa fracción de segundo en la que el disparo le alcanza es eliminado de la línea de combate. A partir de ese momento se convierte en un pedazo de criatura indefensa. Hasta entonces toda su energía se había dirigido hacia delante, hacia la resistencia frente al enemigo, que se dibujaba como una línea moral imaginaria sobre el terreno, en un lugar todavía desconocido. En aquel estado se hallaba totalmente volcado hacia fuera, hasta perder la conciencia de sí mismo. En cuanto es herido recobra el sentido de su personalidad. Su propia sangre le despierta la conciencia de sí. Mientras que apenas un segundo antes, todavía estaba empeñado en cambiar el curso de la historia universal, un segundo después ni siquiera es capaz de ayudarse a sí mismo. ¡Qué inmensa caída!
(Meter Bamm. La bandera invisible)
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