No hay que dudarlo; en Sarrió había pocos golosos. Después de todo, esta virtud rara en las villas del interior, no lo es tanto en las poblaciones marítimas menos sometidas, como es sabido, a la influencia clerical. Porque según la observación que puede hacerse viajando por los pueblos de lo interior de España, allí se comen más dulces donde el culto y las prácticas de la religión absorben más parte de la vida y la mayor energía del sentimiento religioso se traduce en novenas, rosarios cantados, cofradías y canónigos. Lo cual demuestra que debe de existir cierta misteriosa afinidad entre el misticismo y la confitería.
(Armando Palacio Valdés, El cuarto poder)
3 comentarios:
No está claro lo que se quiere decir con esa observación sobre misticismo y confitería, si es que se quiere decir algo. Yo sí diré algo: la vida interior, o mística, no siempre es dulce; con mucha frecuencia es amarga. Quizá por eso el autor observa que los más piadosos "necesitan" de los servicios de la confitería. as
Cuando leí este pasaje de Palacio Valdés, me vinieron al recuerdo los conventos y monasterios que han popularizado dulces y licores. Muchos licores han nacido en abadías y muchos conventos de monjas son conocidos por los hojaldres, los mazapanes o los dulces de yema. (¡Los chocolates de la Trapa!, se me olvidaban.) Por eso sintonicé con esa divertida formulación conceptista sobre la existencia de alguna extraña conexión entre la mística y la confitería.
Para otros dejo la tarea de encontrar cuál sea la conexión.
Muy sugerente esta cita, aunque como anota el anónimo la vida interior no es siempre dulce; no, al menos, como un pastel.
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