jueves, 7 de febrero de 2008

En busca del lenguaje originario

En el siglo XVIII, el rey prusiano Federico II reflexionaba sobre el siguiente fenómeno: un niño francés ―decía el soberano― habla francés, mientras que un niño inglés habla inglés y un niño alemán habla alemán. Quiso saber qué idioma hablaría un niño a quien nadie dirige ni una palabra. Con esta intención, hizo buscar en la ciudad a bebés recién nacidos que habían sido abandonados, los mandó reunir en un hospital con instalaciones perfectas, y dio órdenes muy precisas a las enfermeras: ellas tenían que cuidar con esmero la alimentación, el sueño y la higiene de los bebés, pero les estaba tajantemente prohibido ni hablar, ni mirar, ni sonreír a los pequeños, ni mostrarles el más mínimo afecto. En una palabra, debían actuar como autómatas, para que ningún bebé les cogiera “simpatía”; de este modo ―pensó el rey― sería posible descubrir el “lenguaje originario” de la humanidad… Pero a pesar de todos los esfuerzos materiales, los bebés no hablaban, todo lo contrario; se debilitaron cada vez más, enfermaron y, después de algún tiempo, todos murieron…
(Jutta Bruggraf. Libertad vivida)

Tengo que investigar sobre este caso tan curioso. Hay que ver qué peligro tienen estos científicos…


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Alfonso:
Bien siniestro el experimento, pero revelador de la mentalidad de los ingenieros sociales.

Aparte del libro que citas, ¿existe alguna otra fuente donde se pueda verificar la historia?

Tal vez me puedas ayudar con este otro dato.
Hace mucho tiempo escuché el caso de un señor, admirador de Rousseau, que había decidido aplicar sus enseñanzas en su propio hijo, para lo cual lo encerró en un lugar, aislándolo del contacto con otros. Quería preservar al buen salvaje, para que siguiera siendo bueno, sobre todo impidiéndole el contacto con la idea de Dios.
Un día llegó a ver al hijo y lo encontró de hinojos, adorando al sol...
No me acuerdo bien de los detalles pero en el fondo la idea era que la trascendencia y la idea de Dios era algo tan profundamente humano, que no dependía del contacto con la sociedad.
¿Conoces algo de esta historia?

Saludos.

alfonso dijo...

Me alegra que alguien sintonice con esta historieta que a mí me ha resultado tan llamativa. No conozco nada más sobre ella (todavía) pero es de esas historias que se me quedan grabadas. Por eso me interesó tanto cuando la leí. No conozco tampoco la de Rousseau pero comparte la misma antropología inhumana (si se puede decir así).
Me choca un poco la conclusión de la historia que cuenta Burggraf (con la muerte de los niños). Me sonó inverosímil: una cosa es que desgracies a unos niños y otra es que mueran en el intento.
Yo al leer esta historia pensé en las inclusas socialistas, en los "niños experimento" entregados en adopción a parejas homosexuales, y, sobre todo, en los perfeccionistas que abominan de los defectos de una cultura particular o una familia concreta. Cualquier lengua, cualquier tradición, tiene sus limitaciones pero resulta un tesoro impagable para el hombre (y la mujer). También me acordé al leerla de los científicos que hacen experimentos con células embrionarias: ponen la ciencia por encima de las personas.
En el interesantísimo documental alemán "Rhythm is it!" (2004) hay un inmigrante africano que explica que una de las impresiones más fuertes de su llegada a Alemania es encontrarse en un pueblo sin cultura. Esta afirmación (que un africano considere su pueblo más culto que uno occidental) resulta para nosotros paradójica y escandalosa pero pone de manifiesto que una sociedad más atrasada puede ser más humana.
De todas formas, en la línea de la anecdotilla de Rousseau, recuerdo un divertido poema de Juan Bárbara que pondré un día de estos en el blog. Un saludo.

Anónimo dijo...

Estimado Alfonso:
Siguiendo con el tema anterior, te adjunto información aparecida hoy acerca de un experimento universitario.

Saludos.

Andino de Chile

"Creer en Dios, ¿es algo innato o aprendido?
19.02.08 | 13:30. Archivado en Curiosidades

(PD / EFE).- Un equipo de científicos de la Universidad de Oxford tratará de determinar si la creencia en un ser superior llamado Dios es algo consustancial a la naturaleza humana o, por el contrario, es producto de la cultura.

Los científicos no intentarán resolver la cuestión de si Dios existe realmente, sino que tratarán de demostrar, sobre todo, si la creencia en Dios ha representado una ventaja para la humanidad desde el punto de vista de la evolución. También analizarán la posibilidad de que la fe se haya desarrollado como producto derivado de determinadas características humanas como, por ejemplo, la sociabilidad.

Los científicos del Centro Ian Ramsey para la Ciencia y la Religión y sus colegas del Centro de Antropología y la Mente de la Universidad de Oxford utilizarán como enfoque el de las ciencias cognitivas, que combinan una serie de disciplinas como la neurociencia, la biología evolucionaria o la lingüística para estudiar el comportamiento humano.

"Estamos interesados en averiguar exactamente en qué sentido la creencia en Dios es natural. Pensamos que hay más de eso de lo que la gente cree comúnmente", afirma el psicólogo Justin Barrett, citado hoy por el diario The Times.

Estudio financiado con 2,5 millones de euros

Barrett compara a los creyentes con los niños pequeños que creen que los adultos saben todo lo que hay que saber. Esta tendencia a creer en la omnisciencia de los otros, aunque se corrige con la experiencia que dan los años, necesaria para la cooperación y socialización, continúa en la fe en Dios. "Normalmente continúa en la vida adulta. Es fácil. Es intuitiva y natural", afirma el psicólogo británico.

Los expertos investigarán también otros aspectos como el de si los conflictos de índole religiosa son producto de la naturaleza humana o si la creencia en la vida después de la muerte es fruto de la selección natural o es algo que se aprende.

Barrett y su colega Roger Trigg tratarán de averiguar así mismo si la religión forma parte del proceso de selección que ha ayudado a sobrevivir a los humanos o se trata simplemente de un producto derivado de la evolución.

El estudio, que durará tres años, está financiado con el equivalente de 2,5 millones de euros por la fundación John Templeton, que apoya las investigaciones en torno a la ciencia, la religión y la espiritualidad."

alfonso dijo...

Gracias por la increíble aportación. Realmente es para sorprenderse que haya científicos dedicados a estas cosas, pero me asombra todavía más que hayan conseguido que les den dinero por ese estudio. ¡Esos tíos son unos campeones!