Sánchez Aguilar hizo una adaptación juvenil del Quijote con ocasión del 4º Centenario. Me pareció una adaptación excelente y la uso con mis alumnos (pese a todas las dudas que el uso de adaptaciones me provoca). La editorial (Vicens Vives) me envió este libro de La leyenda del Cid y por fin me he animado a leerlo. Me recordó Naves negras ante Troya (de la misma editorial; mi comentario aquí), porque en él se recoge el argumento del Cantar de Mío Cid pero enriquecido por el principio y por el final con todas las historietas atribuidas al Cid por la tradición (enfrentamiento con el padre de doña Jimena, peregrinación a Santiago y encuentro con el leproso, Jura de Santa Gadea, combate después de muerto...). El título ya sitúa: la “leyenda” del Cid. No se busca al Cid histórico aunque se reviste al Cid legendario de carácter humano.
En general, me ha parecido una versión interesante y muy bien escrita. No emociona, pero es correcta y creo que útil para gente joven. Yo estoy pensando en alumnos de 3º de la ESO (14-15 años), para que les suene un poco más el personaje, algunos conceptos en desuso como “honor” y “servicio” y aprendan un poco de historia de España.
Lo único que no me ha gustado es que se pitorree de la tradición de que el apóstol Santiago esté enterrado en Compostela. Acumula tanto milagro para explicar que se descubra de pronto en Compostela, en el siglo VIII, la tumba de un apóstol muerto en el siglo I en Jerusalén que la ironía resulta casi hiriente, al menos para mí. Por lo demás, es un punto aislado, porque la obra es muy respetuosa en las cuestiones religiosas. 4/5.
[EDITO para corregir que la edición del Quijote de Vicens Vives no la realizó Agustín Sánchez sino Eduardo Alonso. Sánchez colaboraba en los anexos.]
5 comentarios:
Tu afirmación de que Sánchez Aguilar se pitorrea al hablar de Santiago es totalmente subjetiva y no se corresponde con la realidad. Lo acusas de acumular milagros para explicar la presencia de los restos del apóstol en Galicia, pero, en verdad, no hace otra cosa que repetir lo que decía la tradición medieval, y no hay en sus palabras ningún asomo de ironía: más bien lo único que pretende es sorprender al lector con las maravillas que se contaban al respecto de Santiago en tiempos del Cid. Nos guste o no, durante la Edad Media se justificó la presencia del sepulcro del apóstol en Galicia por medio de la misma retahíla de milagros que relata “La leyenda del Cid”. Todavía hoy, en el pueblo de Iria Flavia, se exhibe el pilón donde fue amarrada la barca de piedra en que viajó el cadáver de Santiago por el Mediterráneo. Y es cierto que, en el año 813, Teodomiro, el obispo de Iria Flavia, declaró que había visto unas luminarias muy grandes en el cielo que lo condujeron a descubrir la tumba de Santiago. Tales datos son bien conocidos, y se pueden consultar en libros como “El mundo de las peregrinaciones: Roma, Santiago, Jerusalén”, de Fernando López Alsina. Además, tú mismo admites que “La leyenda del Cid” es muy respetuosa con las cuestiones religiosas. ¿Cómo te explicas, entonces, que el pasaje sobre Santiago te parezca irreverente? Creo, de veras, que has cometido un error de interpretación por un exceso de celo: vuelve a leer el pasaje y comprobarás que no hay en él ningún propósito burlesco.
¡Guau! Voy a tratar de explicarme y siento haber herido con mi entrada. No considero irreverente el pasaje referido a Santiago de Compostela. La cuestión no es propiamente de carácter religioso. Tiene que ver más bien con la tradición de si en Compostela está enterrado o no realmente el apóstol Santiago.
Téngase en cuenta que yo soy coruñés y en esto soy poco objetivo.
No digo que los milagros los invente el autor. Vale, están documentados... La cuestión es que para el lector moderno, visto lo visto (leído lo leído), Santiago es un invento fantástico. Porque un hallazgo milagroso con una luminaria... pues vete tú a saber. Pero además una barca de piedra voladora y un viaje de un día y... ¡Vamos!: un cuento chino para mentes ingenuas.
Insisto, no hablo de irreverencia ni nada religioso. Lo que a mí me dolió (a mí, lector descuidado que pasó por el capítulo sin reflexionar a fondo) es la visión que se transmite de que Santiago, evidentemente, no está realmente enterrado allí.
Cuestión que, por otra parte, es dudosa y discutible (o "discutida y discutible" que diría Z).
En la Edad Media, quien más quien menos dice tener la cabeza de cuando Juan el Bautista era niño, o el dedo que santo Tomás metió en el costado de Cristo. En este sentido, no creo que fuera suficiente hablar de una barca voladora para que Europa entera peregrinara a la tumba de un apóstol que es de los pocos cuya muerte está documentada en Jerusalén (y documentada nada menos que en el Nuevo Testamento).
Insisto en que lamento que mi entrada haya disgustado a alguien.
podrias decirme donde encontrar informacion sobre agustin sanchez aguilar
Perdona el retraso en la contestación. No conozco a Agustín Sánchez ni sé cómo contactar con él, pero si tuviera que hacerlo, lo intentaría a través de Vicens Vives, la editorial de "La leyenda del Cid"
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