Leí hace años una novela histórica sobre la vida de San Pablo: La santa espada de Jan Dobraczynski. Me pareció interesante aunque no me entusiasmó.
Recoge los últimos años del apóstol, desde su viaje a Jerusalem, donde es apresado y apela al César, hasta su traslado a Roma, el arresto domiciliario, su liberación y el incendio de Roma.
La primera parte, menos interesante en cuanto al argumento, presenta a Pablo ansioso de conquistar el mundo para Cristo y de convertir también al pueblo judío —su pueblo— a la Verdad. Marcha hacia Jerusalem sabiendo que le espera allí la cárcel y repugnándole esta idea (pues sin ganarle la muerte, le impediría la predicación). Aislado de los judíos y de muchos crisitanos (es hombre sospechoso, con una doctrina audaz y con autoridad apostólica discutible), Pablo encuentra en sus dificultades el camino hacia su verdadera victoria.
La parte de la novela situada en Roma refleja, eso sí, de modo muy atrayente la vida de los primeros cristianos, el contraste con el ambiente de la Capital del Imperio y los problemas doctrinales que surgían en las primeras comunidades. El libro (al menos en la edición de Herder que yo leí) incluye un interesante postscriptum del autor sobre las bases históricas de la novela. Alli cita, entre otras, estas fórmulas cristianas de los primeros tiempos:
¡Ay del que roba! Pero si roba a causa de su miseria, no será culpable. / Que el sudor moje la limosna en tu mano antes de que averigües a quién has de darla. / No mates el feto. / No seas falso de pensamiento ni de palabra. / No olvides ni de día ni de noche al que predica la palabra de Dios. / No te vuelvas de espaldas al pobre. / No digas que nada es tuyo pues si tenéis una participación común en la eternidad, tanto más la tenéis en las cosas caducas. / Nunca des órdenes a un esclavo si estás irritado. / Procurad que entre vosotros no viva ningún cristiano sin trabajo. / Ama al prójimo más que a tu propia alma.
¡Ay del que roba! Pero si roba a causa de su miseria, no será culpable. / Que el sudor moje la limosna en tu mano antes de que averigües a quién has de darla. / No mates el feto. / No seas falso de pensamiento ni de palabra. / No olvides ni de día ni de noche al que predica la palabra de Dios. / No te vuelvas de espaldas al pobre. / No digas que nada es tuyo pues si tenéis una participación común en la eternidad, tanto más la tenéis en las cosas caducas. / Nunca des órdenes a un esclavo si estás irritado. / Procurad que entre vosotros no viva ningún cristiano sin trabajo. / Ama al prójimo más que a tu propia alma.
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