Tenía que estar dando clase de Lengua y Literatura en 1º de Bachillerato y estoy escribiendo esta entrada. Madrid está colapsado por la nieve de esta mañana. Los coches avanzan despacito, resbalan, dudan y se atascan. Al colegio ha llegado sólo un 20% de intrépidos y obstinados estudiantes y la mitad se han vuelto a casa al ver el panorama. Los que no se han ido es porque no han podido.
Yo soñaba desde hace tiempo con que un día nevara tanto que no hubiera colegio. Es un recuerdo de hace dieciséis o diecisiete años que no se había vuelto a repetir hasta hoy. Esta mañana, cuando salí de casa, la nieve no era mucha todavía. He llegado como he podido y ahora estoy encerrado en un colegio fantasma. El colegio sin alumnos tiene solemnidad "institucional", es como la nieve virgen; cuando los alumnos corren, chillan, se pegan y se insultan es como cuando la nieve se embarra con las pisadas: el revoltijo de la vida.
Pero no es tiempo de consideraciones, saboreemos la blancura de esta jornada que la Providencia nos ha regalado.
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