martes, 10 de junio de 2008

Huir al encuentro (V)

Agradezco a Eduardo el aviso de este romance que no recordaba pero que viene como anillo al dedo de estas citas sobre la inutilidad de huir de la muerte:

Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos la tenía.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
"¿Por dónde has entrado amor?
¿Cómo has entrado mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías."
"No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía."
"¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!"
"Un día no puede ser,
una hora tienes de vida."
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía."
¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta niña!"
"¿Como te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue al palacio,
mi madre no está dormida."
"Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería."
"Vete bajo la ventana
donde bordaba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría."
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
"Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida.”

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