Sería prudente precisar la importancia del profesor, que es relativa, que no es trascendental para el estudiante, cuya actitud y esfuerzo son los elementos capitales, pero que puede resultar crucial para el conjunto de la sociedad. Y sin duda hay profesores mejores y peores. Lo malo es cuando el sujeto que desempeña el papel de docente detesta su labor. Un profesor que odia su trabajo puede provocar daños irreparables en los individuos humanos a los que trata y, por extensión, en el conjunto de una sociedad a través de las distintas generaciones que la forman. Su oficio no es, en este sentido, como el de un fontanero, un administrativo o un notario. Él trata directamente con seres humanos en fase de formación. Es una empresa demasiado fascinante y delicada como para dejarla en manos de quien no disfruta llevándola a cabo, por encima, incluso, de todos los sinsabores y obstáculos que hoy día el profesor tiene que salvar.
(José Sánchez Tortosa, El profesor en la trinchera)
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