―Esos Retén, mejor dicho, esa Maragota, porque el tal don Ángel ni pincha ni corta en su casa, no te son gente buena.
―¡Qué error! Precisamente Jacinta, tan humilde, tan insignificante…
―Pues por insignificante, sencilla y suave. Mira el Miño. Parece un río tan formalito, que, ocupado sólo en llegar pronto al mar, no se mete con nadie… Bueno, pues todos los años, calladamente, inocentemente, en los meandros que parecen más inofensivos, se traga unas cuantas vidas. ¡Ponte en guardia, rapaz!
(A. Pérez Lugín, La casa de la Troya)
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