En un arrebato un poco new age, mamá compró una vez, hace muchos años, un bote de una infusión denominada "Las plantas del bienestar" (o quizá era "las hierbas"). Los efectos de la infusión, como comprobamos en seguida, eran demasiado sutiles como para compensar su desagradable sabor. Todos fuimos invitados, uno por uno, a probarla con el truco de a ver si a ti te gusta... Pero, una vez probada, nadie repetía y el bote no se acababa.
De vez en cuando intentábamos engañar a alguna visita de confianza con el mismo truco. Al final quien tomaba una taza (mamá sobre todo) lo asumía como una obra de penitencia.
Las plantas del bienestar... ciertamente lo eran, porque se sentía un gran bienestar cuando te acababas la taza, y un bienestar inmenso cuando terminamos el bote.
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