Hace ya una o dos reformas "educativas", después de haber enseñado Latín en 2º de Bup durante tres años consecutivos, decidí un verano darle un empujoncito a la preparación de la asignatura y dividí las lecciones correspondientes a cada evaluación, fijé un vocabulario mínimo y, con arreglo a ambas cosas, elaboré los exámenes de las distintas evaluaciones, los parciales, las recuperaciones e incluso el examen final.
Como todo iba a estar tan sistematizado, aproveché para subir un poco el listón y, por ejemplo, si de ordinario llegaba, en la primera evaluación, a la lección 5, ahora me proponía llegar a la 7 y así sucesivamente.
El problema vino cuando, en las jornadas iniciales de septiembre, descubrí que aquel curso tenía una primera evaluación especialmente corta. ¡Vaya!: más materia y menos tiempo.
Tenía dos alternativas: mantener a toda costa mi programación o echarlo todo por la borda. Me incliné, claro, por la primera posibilidad. El primer día de clase, les expliqué a mis alumnos el objetivo de esa evaluación y les advertí de su dificultad y de mi determinación. Leves protestas pronto apagadas. Me apliqué como pude a intentar alcanzar el objetivo y llegamos casi diría que sobrados a la lección 7. Los resultados fueron mejores que nunca. La programación me sirvió los siguientes seis años. Hasta que quitaron (¡aciago día!) 2º de Bup y, con él, el latín.
La lección que yo saqué de aquí es que si hay orden en una asignatura, claridad en los objetivos y un mínimo de realismo, los alumnos alcanzan sin problemas casi cualquier meta.
A veces los profesores no sabemos a dónde podemos y a dónde queremos llegar (por ejemplo, cuando impartimos una asignatura por primera vez o cambia el libro de texto). Si el profesor no tiene claro dónde está el listón, es muy difícil que el alumno pueda medir su altura y saltar con la energía necesaria.
2 comentarios:
"puellae bonam cenam parant" ¿no era esa la primera frase que teníamos que traducir?
Ahora, para no ser "incorrectos" habría que poner a los niños a preparar la cena: "pueri bonam cenam parant"... ¡hay que modernizarse!
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