jueves, 27 de diciembre de 2007

El toque de obispo

De pronto, el silbato de la máquina sonó con gravedad, casi solemne, un silbido largo y dos cortos.
―¿Has oído? ―dijo mi padre―. ¡Es el maquinista, que ha hecho el toque de obispo!
―¿Y eso? ―me admiré yo.
―Ellos tienen su código de señales, atención, atención especial, máquina de cola que se separa del tren. Y el toque de obispo, éste es de reverencia cuando se acercan a una ciudad episcopal, de las que tienen obispo y no tienen gobernador civil. Astorga, Calahorra, Guadix…
La maravilla se repitió. Una señal profunda, declinante en sus tramos finales, donde la pompa parecía dar paso a una emoción que te apretaba el pecho, y ya entrábamos en agujas.
―Pero el toque de obispo ―a mi padre le tiraba su origen― donde hay que oírlo es cuando el maquinista avista la insigne ciudad mitrada de Mondoñedo, a las ferias de San Lucas te he de llevar.
Luego supe que en Mondoñedo no hay tren, pero eso importa poco cuando la historia es bonita.
(Antonio Pereira. “El toque de obispo”, Recuento de invenciones.)

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