Berceo es para mí como una excursión por una iglesia románica en ruinas, vieja, quizás medio derruida, pero con el aliento de una fe firme, la solidez de los siglos y la frescura de una sombra alrededor, y una alfombra de hierba verde y mullida (ah, ¡y un vaso de buen vino!) . Creo que los Milagros los he leído ya tres veces, por lo menos. Cada vez con más satisfacción porque siento una mayor proximidad y familiaridad con don Gonzalo. Un hombre excepcional. Hay quien dice que ingenuo, ¡vamos hombre! Lo que es, es bueno, bueno hasta decir basta, y un poquito socarrón:
Doliéronse los ángeles desta alma mesquina,
por cuanto la levavan diablos en rapina:
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta menguabalis farina.
No tiene dobleces ni complicaciones. No es pretencioso. Es sencillo y ama la sencillez.
2 comentarios:
Preciosa evocación (la de Berceo y la tuya). Magnífica excursión literaria.
SALUDOS.
Gracias, Lola. Berceo es ciertamente una magnífica excursión literaria; mi comentario es un paseíto.
Publicar un comentario