Cuando hice la mili (ya ha llovido desde aquella), me leí algunos libracos "tochos". Recuerdo entre otros el Quijote, los Buddenbrook y La aventura equinoccial de Lope de Aguirre de Ramón J. Sender. Creo que no hice una reseña de esas lecturas. No me disgustó La aventura equinoccial pero no me quedó tan buen recuerdo como para releerlo. Me quedó, sí, el recuerdo de un libro febril, de personajes que viven bajo la luz cegadora de un sol inmisericorde, lejos de su casa, en un mundo extraño y amenazador, con miedo, fiebre, suciedad y sudor. Y que algo de esa atmósfera, lo percibe incluso el lector. Hoy he encontrado en una libreta vieja tres citas que tomé de ese libro. Las tres deben de ser del protagonista:
“No olviden mis hijos que la conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y la salvación”.
“El cielo es para quien lo merece, según dice el padre Henao; pero, según digo yo, la tierra es para quien la conquista a punta de lanza y filo de sable.”
“Horas hay para la lengua y horas para el cuchillo, y éstas son las del cuchillo.”
Por cierto, que me encantó la película de Herzog, aunque hace mucho, muchísimo, que la vi. De ella guardo también el recuerdo de que resultaba de lo más razonable que a aquellos soldados se les quedara el cerebro como un huevo frito debajo del casco.
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