Uno de los tesoros de mi infancia privilegiada: Villa Molina tenía tres plantas, los niños teníamos el cuarto en la planta de arriba y la escalera tenía una barandilla interior que ni hecha a propósito para bajar por ella.
El pasamanos era de madera sin aristas y todo en pendiente salvo un tramo muy pequeño en el descansillo del primer piso (que se superaba fácilmente si llevabas suficiente velocidad).
Mamá se enfadaba si bajábamos por el pasamanos porque, al parecer, era peligroso. Pero confieso que sólo debimos obedecer si ella estaba delante o en algún arrebato místico de amor filial. Digo "debimos" porque Manuel también bajaba por el pasamanos y me imagino que Pedro. Las niñas quizás no (su cuarto estaba en la primera planta y por eso se perdían el mejor tramo del descenso).
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