martes, 2 de octubre de 2007

El verso de la vida.

Las palabras de Madeleine L'Engle que cité hace unos días (aquí) me evocaron una escena de Dead Poets Society. Casi al principio de la película, Keating intenta ilusionar a sus alumnos con un poema de Walt Whitman (en inglés aquí) que termina con aquello de: "that the powerful play goes on / and you may contribute a verse."



A mí siempre me han atraído las metáforas literarias sobre la vida: la vida como un libro, como una obra de teatro, como un poema.
Para Whitman cada vida humana es como un verso del largo poema de la humanidad.

Un verso es mucho y es poco también. El individuo es responsable de su propio verso pero carece de influencia sobre el conjunto de la obra: cada verso es libre y tiene un autor distinto. Esto podría invitar al desánimo: para qué esforzarse en el resultado del propio verso si se perderá en un mar de miles, millones de versos, escritos con desigual empeño y desigual acierto.

Para mí, lo que de verdad hace la vida valiosa es saber que mi verso interesa a Dios: “that the powerful play goes on / and God wants you to contribute a verse.” Ahí sí que veo una razón con fuerza para tratar de escribir el mejor verso posible.

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