A mí siempre me han atraído las metáforas literarias sobre la vida: la vida como un libro, como una obra de teatro, como un poema.
Para Whitman cada vida humana es como un verso del largo poema de la humanidad.
Un verso es mucho y es poco también. El individuo es responsable de su propio verso pero carece de influencia sobre el conjunto de la obra: cada verso es libre y tiene un autor distinto. Esto podría invitar al desánimo: para qué esforzarse en el resultado del propio verso si se perderá en un mar de miles, millones de versos, escritos con desigual empeño y desigual acierto.
Para mí, lo que de verdad hace la vida valiosa es saber que mi verso interesa a Dios: “that the powerful play goes on / and God wants you to contribute a verse.” Ahí sí que veo una razón con fuerza para tratar de escribir el mejor verso posible.
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