No quise ayer ensuciar mi comentario al libro de Bobin con esta protesta. Figura hoy en lo que jurídicamente podría llamarse una pieza separada.
Con una "g" o una "j" equivocada soy comprensivo: el diccionario es vasto (con "v") y ese error puede ser mío. Con las tildes soy menos tolerante. Porque las tildes son habas contadas.
Me desconcertó en la traducción de "Autorretrato con radiador" la cantidad de tildes mal puestas: 10, 11, quizá más. En la primera ni te fijas, a la cuarta ya no ves otra cosa. Cada una es un pisotón en el mismo pie. En la página 109 dos pisotones.
Tanta insistencia en errar (sin "h") genera una desconfianza mayúscula sobre el traductor, sobre el editor o sobre vete tú a saber quién.
Cuando mis alumnos presentan un texto escrito en ordenador y les señalo alguna incorrección ortográfica, los chicos se llevan las manos a la cabeza y juran y perjuran ¡que pasaron el corrector ortográfico!
Pues eso: que habrá que enseñar a Bill Gates a poner bien las tildes en español.
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