Estas palabras de Pereda al final de Peñas arriba me impresionan muchísimo. Son como un tañido de campana, noble pero terrible. Son especialmente fuertes porque Pereda cierra con ellas un libro durante cuya redacción murió en circunstancias trágicas un hijo suyo. Lo cuenta discretamente el propio Pereda en el prólogo del libro.
…tan cabal, tan intensa, tan continua ha sido mi felicidad en este tiempo, que a veces me espantan los temores de que no haya sido mi gratitud tan grande como el beneficio recibido, y un día me hiera la justicia de Dios en lo que más amo, para recordarme lo que le debo.
(José María de Pereda. Epílogo a Peñas arriba)
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