Un jinete cabalga por mi reino.
Llega por el arroyo hasta los llanos
en que terribles hordas se destrozan
en sangrientos combates, sube siempre
al robledal al pie de cuya ermita
una tarde de octubre ya hace tiempo
se declaró un amor que aún sobrevive,
acampa a veces dentro de la cueva
donde oculto las cosas que valoro,
y en más de una ocasión llega a la casa
para darme noticias de otras partes.
Allí suele alojarse algún amigo
y charlamos los tres hasta la noche.
Nadie le niega el paso. Su caballo
conoce bien los pastos y los yermos.
Llevo así muchos años. Un jinete
cabalga por mi reino. Estoy tranquilo.
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